Estambul (Turquía), Á. FAES

En la segunda temporada sin Ron Dennis la vida ya es muy distinta en McLaren. La transición de 2009 da paso a un 2010 de acción, un lavado de cara del equipo más rígido de la F1 (junto a Williams), el que contó un año con Fernando Alonso y vivió una dura batalla con su propio piloto. Abrirse hacia la prensa y los aficionados y una sonrisa por delante son ahora marcas registradas en la escudería. Al fin y al cabo, es el producto que venden con Lewis Hamilton y su almibarada personalidad. No pretenden imitar a Red Bull, jamás su espíritu inglés permitiría las mismas irreverencias de los austriacos, pero intentan quitarse la anterior imagen altanera y distanciada. La vida ha cambiado en el universo McLaren.

En la tercera planta de su mastodóntico castillo en el paddock, la camarera sirve vino blanco ante un primer plato a base de huevo poché y espárragos trigueros. A la mesa, el grupo de periodistas españoles de la Fórmula 1. La semana anterior les había tocado a los alemanes...

Ejerce de maestra de ceremonias Silvia Hoffer, italiana de origen germano fichada esta temporada. Llevaba once años en Williams y era la jefa de prensa más apreciada del paddock. Su llegada fue un paso más de la campaña de imagen. Forma equipo con Matt Bishop y Steve Cooper. Ninguno estaba en el fatídico 2007. «Alonso está feliz en Ferrari y nosotros somos nuevos, así que lo mejor es dejar esa temporada a un lado», dicen a modo de bienvenida.

Escuchaban atentos Lewis Hamilton y Jenson Button, presentes un buen rato en la velada. Al que fue rival irreconciliable de Alonso se le aprecian dos pendientes que antes no tenía. «Son un regalo de Nicole, me los ha traído de Los Ángeles». Su novia, cantante de «Pussycat Dolls», acaba de ganar el «Mira quien baila» en Estados Unidos. Lewis está cómodo y explica que le gusta el fútbol, que jugaba de medio organizador pero que ahora no lo hace por miedo a lesionarse. Que le gusta el Barça porque es amigo de Henry y que la selección inglesa «tiene un equipazo» pero «España es superior».

A Button no se le nota que acaba de romper con la modelo japonesa Jessica Michibata. El paddock pierde a una de sus bellezas.

A la puerta del Brand Centre -así se llama el gigantesco pabellón de McLaren- ya no se ve aquel cortante letrero de «Sólo invitados». Ahora uno se encuentra un «Bienvenidos». Pero dentro de un orden. «Pueden venir cuando quieran, siempre que no esté el equipo comiendo», explican con amabilidad nunca antes vista.

No todas las ideas triunfan. Desde el paddock, la altísima y muy ancha cristalera del Brand Centre es un muro espejado, imposible ver a través. Quisieron cambiarla para que desde fuera se viera que dentro hay vida, pero por ahí no transigió Ron Dennis, que estará en más ocupaciones que la F1 pero no deja de ser el presidente de la compañía.

Las escuderías son compartimentos estancos y les cuesta saber lo que pasa entre las paredes del vecino. Preguntan por Pedro de la Rosa, si es feliz en Sauber. Dejó huella en su paso por McLaren, pero él quería ser piloto titular y eso no entraba en los planes de Martin Whitmarsh, el heredero de Dennis.

A los postres, sorpresa. Habían preparado un juego por equipos. La historia del Gran Premio de España a través de preguntas sobre McLaren. Buen final para romper del todo una frialdad nacida en el ya lejano 2007.