Gijón, Á. C.

La despedida de Preciado estuvo cargada de emociones. Sus más allegados cuentan que no pudo evitar las lágrimas cuando, en Mareo, una vez se le había comunicado su destitución, se subió al coche y llamó a su hijo. El cántabro llegó a El Molinón antes que el presidente y esperó junto a las oficinas del club, en plena calle, apurando un cigarrillo. Lo hizo en compañía de su auxiliar, Josep Alcácer, y el secretario general del Sporting, Carlos Barcia. Mientras, saludaba a algunos aficionados, todavía ajenos a su destitución. El carisma de Preciado ha calado hondo no sólo en el sportinguismo, también en muchos de los que día a día trabajaron con él. La mejor muestra fue la emoción de Quini, el máximo exponente del Sporting, que se fundió en un intenso abrazo con el cántabro después de que se anunciara públicamente su marcha. Otro de los que estuvieron cerca del de Astillero fue el capitán del equipo, David Barral, que también acudió al campo para acompañar a su entrenador. «Quizá esto sea un punto y seguido y vuelva algún día ¿Quién sabe?», comentó Preciado.