Hay goles que tienen una carga de crueldad añadida. El que marcó el Villarreal el jueves, a segundos del final del descuento, fue uno de ésos. Era el de la victoria ante un Málaga que es pura mantequilla. Le pasó en Gijón con el gol de Trejo y le pasó en Villarreal, donde llegó a los diez minutos finales con ventaja que se fue entre un penalti, una expulsión y el citado gol, obra de Hernán Pérez. Total, que el Sporting vuelve a estar a siete puntos de la salvación, y no a cuatro, que es cifra más acorde con la esperanza del milagro. Y en éstas llega la hora de visitar a un Real Madrid que va a afrontar una de las semanas más importantes del ejercicio futbolístico: Sporting, Bayern de Munich, en la ida de las semifinales europeas, y el Barcelona, en el gran duelo.

El Sporting, con el debido respeto, ahora mismo parece uno de esos enfermos terminales que no pierde el buen humor y que cuenta chistes a los nietos en la habitación del centro sanitario. Porque hay demasiado chiste en la actualidad rojiblanca. El entrenador se calla, pero habla según dónde y cómo, aunque el ilustre delegado se haya visto obligado a salir a la palestra; el capitán se calla porque lo dejan en casa, pero vende por fascículos sus vidas ejemplares; la prensa que se siente aludida por lo de «chusma que huele mal» brama desde sus minaretes y los responsables del club gastan pañuelos y pañuelos para secarse los sudores fríos que padecen en las últimas semanas. Demasiado ruido para tan pocas nueces: veintiocho puntos a estas alturas son muy poco. Son tan pocos como los Quiñones de «La venganza de don Mendo»; no hay manera de derribar los torreones de la permanencia.

Por cierto, si pregunto, ¿molesto?: ¿podría convertirse Barral en el nuevo Sarabia de Clemente o en el nuevo Lauridsen? Los años pasan, pero los episodios podrían repetirse. Atenta la compañía porque vienen curvas. Pero convendrán, damas y caballeros, señoras y señores diputados, que lo importante es el resultado de hoy. Nadie parece capaz de apostar por la sorpresa, pero tampoco hace un año entraba en ningún pronóstico la victoria rojiblanca fabricada en un partido serio y solvente del equipo y en aquella memorable jugada entre Nacho Cases y De las Cuevas. Fue un gran día aquél, como lo podría ser hoy si el sorpresón salta. Claro que, a la vista de la evolución de los acontecimientos, de los partidos se habla muy poco, casi nada. Todo se centra en asuntos marginales.

El calendario decreta que hoy sólo jueguen los dos supervivientes en la Liga de Campeones en la víspera de su enfrentamiento de la segunda vuelta en Barcelona. Después de ver al Levante en El Molinón las esperanzas blancas de que los valencianos frenen la marcha azulgrana han disminuido. Lo que no disminuye es el desdén con el que Pep Chanel Guardiola se refiere a Aitor Karanka, segundo entrenador del Real Madrid, para discrepar de que piense que Cristiano Ronaldo sea el mejor jugador del mundo. No le gusta que le lleven la contraria, pero no tiene más remedio que aguantarse, porque en cuestiones futbolísticas el abanico de opiniones suele ser amplio. Afortunadamente.