Lo menos malo de la situación rojiblanca es mirar la clasificación de Primera y comprobar que la salvación está a un paso. Con tres puntos más que los fijos nueve que suman los rojiblancos, el equipo navegaría en aguas menos turbulentas que las actuales, y no digamos con seis puntos más (dos victorias, oigan). Lo peor de todo es comprobar cómo el equipo se ha ido desmoronando hasta la deleznable imagen del domingo ante una Real Sociedad que parecía el mejor Barcelona de los años de Pep Chanel Guardiola. El Sporting puede caer ante cualquier rival, pero no así. La bondadosa grada ha tomado nota.

Con doce partidos disputados, quedan veintiséis por disputar, de los que los rojiblancos habrán de ganar diez si quieren acercarse a los cuarenta puntos de la salvación. Hasta ahora se nos dijo que no había motivos para los nervios, que quedaba mucha Liga y que las cosas se iban a enderezar. Las cuentas, damas y caballeros, señoras y señores diputados, son las que son: hay que sumar treinta puntos desde ahora hasta el final de la competición, y no se ve al equipo en condiciones de ganar a nadie. La realidad es así de dura.

El Sporting del gran timonel, al que algún malvado degrada a pequeño grumete, tiene que empezar a defender. No hay objetivo alcanzable si en cada partido se encajan tres goles, que parece ser la media a la que se han apuntado los rojiblancos. El equipo, salvando las distancias, es una mala copia del que alberga la BBC. En el Sporting no baja nadie a ayudar a la defensa. Los laterales se ven enfrentados a dos rivales en cada avance. El centro del campo, después de la acertada ocupación del día del Sevilla, vuelve a ser una especie de desierto del Gobi donde Sergio Álvarez y Nacho Cases se enfrentan a las oleadas rivales formadas siempre por cuatro y hasta por cinco jugadores. Con dos delanteros parados arriba, en espera de balones imposibles, no hay sistema defensivo que valga. Los equipos se hacen de atrás a adelante, menos el Sporting, capaz de pretender levantar un partido con tres arietes, preocupados de su golito y desenganchados del juego del equipo.

La situación del actual Sporting es tan pobre que se resume en señalar que el mejor jugador está resultando un lateral, Lillo, llegado sin ruido y que, con sus conocidas limitaciones, es el único jugador que se mantiene en pie. El domingo se le echó de menos. Cosas veredes.

Ahora resulta que los mil fichajes realizados el pasado verano se han venido abajo de forma estrepitosa. Las buenas gentes rojiblancas echan de menos a los que se fueron y que el año pasado supieron aguantar al equipo en Primera. Queda por ver si los recién llegados van a ser capaces de repetir el éxito. Las cosas se han complicado tanto que los partidos que quedan hasta las vacaciones de Navidad van a ser claves. El primero, el sábado, en el Bernabéu, ante un Real Madrid que se ha instalado en el liderato y que navega con el viento en la popa.

En tiempos duros, buenas costumbres; si pregunto, ¿molesto?: ¿qué opina Esuperio de los jugadores que no dan la cara? Próxima parada, Capuchinos.