El pasado 23 de diciembre, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU condenaba la construcción de colonias israelíes en los territorios ocupados de Palestina. Era una denuncia más de los excesos de un Estado acusado de vulnerar los derechos de un pueblo que reclama el territorio que considera suyo. Todo esto no tiene nada que ver con el deporte ni con esta sección, pero da la casualidad de que la selección de fútbol de Israel jugó el viernes en una ciudad cuyos representantes, en su momento, mostraron su apoyo a la causa palestina. Otro debate es si un Ayuntamiento tiene que entrar en estos asuntos. O, después de tremendas presiones, desdecirse. Pero, en cualquier caso, no pasa nada. Es parte del juego democrático, como lo fueron las manifestaciones en la ciudad, siempre pacíficas. No creo que ningún jugador israelí pueda achacar a todo este jaleo la derrota frente a España. La polémica se quedó en las calles y en el campo reinó el balón. Igual que aquel mundial de rugby en la Sudáfrica de Mandela, a veces el fútbol puede servir como caja de resonancia por una buena causa.
Una semana de pasada