El Avilés sobrevivió al que se supone es el mejor equipo de la categoría. El Caudal monopolizó la pelota y encerró en su campo a los locales. Pero Diego Polo, el nuevo fichaje avilesino, tuvo las mejores ocasiones. Falló un mano a mano y bregó para fabricarse otro en la segunda parte.

El Caudal llegaba con la vitola de claro favorito. Planteó una guerra asimétrica. Enclaustró al Avilés entre su área y la medular. Los locales están acostumbrados a ser pasivos. No les importa y casi que hasta lo disfrutan. Sobre todo, cuando pueden salir a la contra. En una de esas, Polo se quedó delante de Davo. Con todo a favor, tiró fuera cuando el poco público del Suárez Puerta cantaba gol.

Antes, Camporro había chutado desde fuera del área dos veces. Piquero hizo la estatua. Asumía el gol. La suerte fue que la bola se fue en las dos ocasiones fuera. El Caudal dominaba y la posesión del Avilés se calculaba en números imaginarios. Por momentos, los de Mieres no tenían claro a qué jugar. Alternaban posesiones largas con balones divididos. Mientras, el Avilés lo hace de memoria. Nunca cocinará un plato elaborado, pero sabe freír un huevo y no pasar hambre. Por eso, el punto le sabe a gloria.

Polo le da otro aire al equipo. Cuentan del delantero que sabe a hacer daño si le dan balones al área. Hasta la fecha, en la historia del fútbol no hay ningún nueve que prefiera que le pongan la bola en el banderín de córner. Durante buena parte del partido, ni en el saque de esquina ni en la frontal. No le encontraban.

Al ariete le tocó bregar. En la segunda parte, fabricó un mano a mano para Pedro, que se entretuvo demasiado, y luego el propio Polo quiso ajustar demasiado ante Davo. No marcó y tuvo muchas, pero le da otro cariz al Avilés, que tuvo las mejores ocasiones.

El Caudal quiso seguir matando moscas a cañonazos. Prosi hacía de director de orquesta. Movían y movían los visitantes, pero el Avilés apenas dejaba ver alguna grieta. Y cuando la encontraron, volvió a aparecer Borja Piquero. El portero, que además jugó medio lesionado, sacó dos manoplas salvadoras en dos acciones a balón parado. Amarró un empate de prestigio para el Avilés, que aguantó y perdonó.