La semana que acabó de arruinar las opciones de la selección española en la Liga de las Naciones UEFA tuvo, al menos, un buen final con el reconocimiento público, ayer, a David Silva, uno de los grandes de la mejor España de la historia. El mediapunta canario, discreto dentro y fuera del campo, no tiene el "glamour" de los símbolos de esa etapa de éxitos en cadena, la que va de 2008 a 2012, como Casillas, Puyol, Sergio Ramos, Xavi, Iniesta o Villa. Pero Silva jugó mucho y bien al fútbol con la Roja, acumuló 125 partidos internacionales y marcó 35 goles. Le perjudicó no haber participado del gran debate nacional que supone los Madrid-Barça, ni tener defensores en los grandes medios. También las lesiones y algún contratiempo personal reciente. Lo explicó muy bien Luis Enrique en vísperas del partido de ayer: "Hablar de Silva es hacerlo de un jugador único, emblema de la selección, y del que nunca has oído una mala palabra fuera de los terrenos de juego".
Una semana de pasada