El madrileño Eduardo Font León tiene 28 años y su vida ha dado más vuelcos que un guión de Tarantino. Fue canterano del Madrid -coincidió con Nacho Fernández y Denís Chéryshev-. Pasó por el Sporting y le pilló el cierre de la residencia de Mareo. Sufrió nueve meses de impagos, repartidos en dos etapas, una en la Gimnástica Segoviana y otra en el Alcalá de Henares, con tal mal sabor de boca que se retiró un año y pico del fútbol. En esa etapa no quiso saber nada de la pelota. Fue dependiente de una tienda de moda en Madrid. Hace tres le llegó la llamada del Covadonga y hoy es "Pichichi" con el conjunto ovetense, con ocho goles en 12 partidos, del grupo asturiano de Tercera División. "Ahora estoy feliz", asegura.

Font empezó a jugar en el colegio de Tajamar en el madrileño barrio de Vallecas. Llamó la atención en la planta noble de La Fábrica cuando solo era un benjamín. "Fui a hacer unas pruebas y me ficharon a mí entre otros 60 chavales", rememora. En la Casa Blanca coincidió con Nacho Fernández, ahora internacional con España y con el canterano del Sporting, ahora en las filas del Valencia de Marcelino, el extremo ruso Denís Chéryshev.

Jugó en el Madrid hasta el último año de infantiles. "Hice una mala temporada y se me juntó con los estudios. Me querían ceder", cuenta. Fue entonces cuando se cruzó en su vida el Sporting. Entró en la residencia de Mareo y completó su etapa en cadetes. "Me pilló el cierre de la residencia. Nos quedamos sin tutor y a finales de año nos quedamos en la calle. Pude quedarme en un piso, pero el presidente no nos dejó", señala el futbolista.

De ahí pasó al Valladolid. Compartió caseta con Sergio García, ex jugador del Oviedo, y con Yuri Berchiche, ahora en las filas del glamuroso Paris Saint Germain. Casi sube a Segunda B, pero los eliminó el Llanes en Zorrilla. Fue después de aquello cuando todo se empezó a truncar.

Su siguiente destino fue la Gimnástica Segoviana, en Segunda B. En lo deportivo, todo bien. Era joven y jugó 31 partidos. En los despachos, no tanto. "Empezó a haber problemas de pagos. Vivíamos cuatro en el mismo piso. Vas tirando. Los compañeros que eran de la ciudad aceptaron no cobrar para que nosotros pudiéramos percibir algo de dinero", resume.

Con un paréntesis en el Toledo, Font se volvió a encontrar el mismo problema en el Alcalá de Henares madrileño. "Hubo muchos líos. Se pasa mal. Estaba independizado, pero tienes que ir a comer a casa de tus padres y buscarte la vida para pagar la gasolina para ir a entrenar. Dejé el fútbol y pensé que no iba a volver a jugar", asegura.

Font se pasó más de un año trabajando en una tienda de moda en Madrid. Era dependiente y le llegaron algunas ofertas para volver a vestirse de corto, pero no eran aconsejables. "Fueron pésimas", atestigua como si todavía le durara el escarmiento de lo que sucedió en Segovia y en Alcalá. Por suerte, apareció el Covadonga.

"Con Iván Torres, el portero, tengo muy buena relación. Me animó a probar y me quedé. Llevo tres años aquí. Cada temporada estamos mejor. Solo nos falta un pasito para meternos arriba", relata el "Pichichi" del grupo, con ocho goles en doce partidos, empatado con Jorge, del Lealtad, y Pevida, del Siero, aunque con menos partidos que estos.

Ahora Font vive en Oviedo. Trabaja en un gimnasio. Sigue estudiando para ser entrenador personal. Y por las tardes entrena a un equipo de infantiles del Covadonga, antes de trabajar con el conjunto de Fermín, con el que aspira a jugar la promoción a Segunda B. Edu Font tiene 28 años y, aunque su vida ha dado más vueltas que un guión de Tarantino, por ahora tiene un final feliz.