Santi Cazorla volvió a jugar un partido el pasado verano, después de casi dos años de lucha contra una lesión que amenazó su carrera deportiva. Tras unos meses de rodaje, el asturiano demostró el jueves, frente al Real Madrid, que está muy cerca de volver a ser uno de los grandes del fútbol español. En un Villarreal disminuido, con el marcador en contra, Cazorla se echó el equipo a la espalda. Y no sólo por los dos goles que arañaron un punto. Volvió a ser el Cazorla exquisito que controla, pasa y regatea, que hace en cada momento lo más conveniente para el Villarreal. Todo con esa calidad infinita que atesora y con la ventaja que le da su condición de ambidiestro. Cazorla se marchó ovacionado por su afición, como ha ocurrido con otras que, al margen de los colores, saben reconocer donde hay un futbolista descomunal y un deportista intachable. Parecido a lo que ocurrió la pasada temporada con Iniesta, salvando las distancias.