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Oliver Arteaga, capitán del Liberbank Oviedo Baloncesto: “Es imposible crecer en Pumarín, esto no tiene razón de ser, no da para más”

“Me da pena pensar hasta dónde podía haber llegado el OCB en otro pabellón; hubiese sido un candidato claro al ascenso a la ACB”

Oliver Arteaga tras entrenarse en Pumarín Julian Rus

Oliver Arteaga (El Hierro, 1983) es el capitán, el jefe, del Liberbank Oviedo Baloncesto, en el que cumple su cuarta temporada. Lo es por su trayectoria y por lo que hace en la pista (es el segundo jugador más valorado de la LEB Oro). Una leyenda de la categoría a la que se ve feliz bromeando con el joven Marc Martí después de entrenarse en Pumarín.

–¿Esperaba encontrarse tan bien esta temporada?

–Haberlo pasado tan mal el año pasado ha sido importante y, con toda esta situación, tenía ganas de empezar; vienes con la mentalidad de que a lo mejor toca sufrir y preparado para todo; sin embargo, el equipo está funcionando y eso te ilusiona mucho. Y cuando vas cumpliendo años y tienes una edad no te queda otra que disfrutar porque sabes que cada vez queda menos, y más con todo esto del covid; mentalmente te tienes que preparar para disfrutar cada día como si fuera el último porque a los 38 sabes que el final está cerca.

–Se habla de lo que aportan los veteranos, pero también los jóvenes dan cosas, ¿no?

–Tienen esa frescura y esa ilusión, para muchos de ellos es su primera experiencia profesional y te contagian; sí que hay cosas en las que están más verdes por su inexperiencia y Saúl (Blanco) y yo intentamos ayudarles. Es lógico, muchos vienen de una cultura diferente, de vida y de baloncesto, pero desde el primer día han tenido una predisposición al trabajo brutal. Así es más fácil.

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Oliver Arteaga con el Liberbank Oviedo Baloncesto Antonio Lorca

–¿Está a gusto con el rol de capitán y veterano del equipo?

–Sí, estoy muy contento porque noto que me respetan y trato, dentro de lo que cabe, de hacer mi trabajo tanto dentro como fuera del campo, con mi carácter, porque al final tengo mi carácter y no lo voy a cambiar. Sobre todo lo que intento es ayudarles, nada más, no soy un veterano de estos amargos, ni mucho menos. Veo que hay muy buena actitud y predisposición al trabajo, si no fuera así sería diferente, pero los chavales lo dan todo y entrenan al máximo.

–¿Le pudo venir bien al equipo bajar las expectativas?

–Sí que es cierto que en los últimos años el equipo había crecido y el presupuesto había aumentando, pero este es un club acostumbrado a estar arriba luchando con los mejores con un presupuesto muy normal. Llevo aquí cuatro años y, quitando el pasado, siempre nos hemos metido en play-off y siempre se ha luchado por estar lo más arriba posible, incluso por cotas mayores, como el ascenso. El año pasado se tenían muchas expectativas y nos llevamos un batacazo muy gordo; este año las expectativas eran no descender y en principio está saliendo bien, aunque queda mucho y no se ha conseguido nada.

–¿Había estado tanto tiempo en un mismo club?

–Lo máximo que había estado eran dos años en Manresa. Vine aquí casi por casualidad, había tenido un final de temporada difícil en Melilla, con una lesión de rodilla, me llegaban cosas y ninguna me convencía. Hablé con mi familia y me llegué a plantear si era el momento de dejarlo. Iba a nacer mi segunda hija, muchas cosas me hacían plantearme que no valía la pena; tienes una familia, una hija a la que los cambios de ciudades y de colegio le van afectado.

–¿Y qué cambió?

–Me quedaba la pena de no haber tenido arraigo con un club. Todos los jugadores cuando se retiran se identifican con un equipo y yo desgraciadamente no había podido tener esa continuidad, unas veces porque fichaba, lo hacía muy bien y evolucionaba, y otras porque no iba todo lo bien que se esperaba y cambiaba. La vida de un deportista. Pero así, por casualidad, hablé con Javi Rodríguez, que era segundo entrenador y habíamos sido compañeros en Manresa, a Carles (Marco) también le conocía; estaban a la espera de Felipe (dos Anjos), de si venía o no, me llamó Javi y le dije que tenía que pensármelo. Me pasaron una oferta, les dije lo mismo, pero que si seguía venía, y al final vine a Oviedo a mentalizarme de que el siguiente año se acababa. Y seguimos aquí.

–¿Encontró el arraigo?

–Ahora no me imaginaría mi trayectoria deportiva sin haber jugado en el Oviedo Baloncesto. Es ese club que en las últimas temporadas me ha dado estabilidad para disfrutar de una carrera que pensaba que estaba acabada hace cuatro años.

–¿Qué tiene el OCB?

–El ambiente que se respira es muy sano, los aficionados, el club... es un equipo muy familiar. Aquí parece que las cosas siempre salen bien, parece que están tocados por una varita, que todo es positivo.

–¿Será su último club?

–Ese ha sido mi pensamiento desde que llegue, pero en esto del deporte no se puede decir nada 100% seguro. No me he planteado salir a otro club desde que llegué, ha quedado muy claro cada vez que he renovado, siempre he dejado claro que mi prioridad absoluta es quedarme en Oviedo, pero en esto del baloncesto no depende solo de ti. Aun así, no me planteo seguir jugando en otro sitio.

–También ha habido momentos malos, como la derrota ante el Coruña con el partido ganado. ¿Cómo se afrontan?

–Es lo más estrambótico y extraño que me ha podido pasar. Es duro porque son imágenes que se ven, la gente te llama: “¿Qué ha pasado?”, “¿por qué no habéis hecho esto?”. La verdad es que fue muy duro verte con un partido ganado contra Coruña y te entran las dudas, “a ver si este partido nos pasa factura”, pero yo creo que la inconsciencia de los chavales... Sinceramente, yo estuve unos días que me costaba asimilarlo; después te das cuenta de que fueron 45 segundos de un partido que venías de jugar un montón seguidos, con viajes, y fuimos capaces de hacer un esfuerzo tremendo. Es verdad que al final no se pudieron hacer las cosas peor.

–¿Qué me dice de Lezkano?

–Es un entrenador que tiene mucha experiencia y conoce muy bien la liga, que es importante. Es la tercera etapa que estoy con él y la esencia es la misma. Es un seguro de vida, un tío que imprime mucho carácter a sus equipos, trabaja mucho en el día a día, intenta sacar el 200% de cada jugador, es muy exigente y ahora se ha visto con un grupo de jugadores jóvenes, con talento, que tienen muchas ganas de mejorar. Que el OCB tenga la posibilidad de tener un entrenador como Lezkano es importante, es un entrenador top.

–¿Qué me dice de Pumarín?

–El crecimiento del club hasta que no se cambie de pabellón es imposible. Es vital, esto (Pumarín) no tiene razón de existencia, es que no da para más, mientras no cambies de pabellón el margen de crecimiento de este club es nulo. Es surrealista, a todos los sitios a los que vas, a todas las ciudades, tienen su pabellón; cuando fui a Avilés y vi ese pedazo de pabellón, dije “¿esto qué es?”, y que una ciudad como Oviedo no tenga un pabellón de tres o cuatro mil personas para un equipo de baloncesto que lleva tantos años en la liga y que tiene el respeto de todo el baloncesto español es surrealista.

–¿La historia sería diferente?

–Un club que ha ganado la Copa Princesa, que ha tenido ese subidón en unos años, estando cada año arriba... creo que si este club hubiese tenido un pabellón de tres o cuatro mil personas estaríamos hablando de otra cosa. Estos últimos años hubiese estado luchando, si se ha luchado con lo que se tenía... creo que hubiese sido un claro candidato al ascenso. Me da pena pensar qué hubiese sido si este club hubiese tenido unas infraestructuras importantes, cuál hubiera sido realmente el crecimiento del baloncesto en Oviedo. Siempre te queda la duda.

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