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Un icono del Unicaja Gijón piensa en retirarse y sucede esto: nadie quiere que se vaya Marizza

“Hay un 5% de opciones de seguir”, dice la central paraguaya, a quien su hija, que juega con ella, y las demás compañeras tratan de persuadir para continuar un año más

Marizza Faría, en el centro, sujetada por sus compañeras antes del entrenamiento de ayer en el pabellón de La Arena. | Juan Plaza

“Mi hija está insistiendo mucho en que siga. Cuando no lo hace ella, vienen las compañeras, o Cris (Cabeza, su entrenadora)...”. Nadie quiere que Marizza Faría Servin (Asunción, Paraguay, 20-8-1983) cumpla con su plan de retirarse a final de temporada. La idea lleva semanas rondando la cabeza de la capitana del Unicaja Banco Gijón, icono del resurgir del club en las últimas siete temporadas, la mujer que levantó la histórica Copa de la Reina en el Ciudad Jardín de Málaga. “Hay un 5% de posibilidades de que continúe”, desliza, como el fruto de ser persuadida por notar tanto cariño a su alrededor. No tarda en emocionarse en su encuentro con LA NUEVA ESPAÑA.

“Desde que me retiré de la selección en el Mundial estoy muy sensible”, dice Marizza, aguantando las lágrimas mientras apura un café con leche a pocos metros del gimnasio del barrio gijonés de El Coto en el que, al menos dos días a la semana, se entrena en solitario. Por las tardes no hay descanso. Todos los días toca sesión de entrenamiento en el pabellón de La Arena. Más o menos frecuente, ha sido su rutina en los últimos 28 años, los de su historia de amor con el balonmano. “Cuesta imaginar que todo se vaya a acabar de repente”, explica.

“Quiero retirarme estando bien, como ahora. No quiero verme arrastrándome en la cancha”, argumenta “Mari”, como la conocen en su entorno. La temporada pasada lo pasó mal. Tres lesiones, entre ellas una dolorosa luxación de clavícula. “No podía irme así”, apunta. Continuó. Esta campaña no ha pisado la enfermería. Por el camino, un incentivo, el debut en el equipo de su hija, Yeruti, de solo 16 años. “Dice que quiere jugar más partidos conmigo y... claro...”, comparte sobre ese dilema interno con el que lucha a diario. No quiere pensar en cómo será el después, pero tiene varios proyectos en marcha. Entre ellos, sacar el título nacional de entrenadora este verano. Ya tiene el de Paraguay, le falta convalidarlo en España. “El futuro va a seguir teniendo mucho que ver con el balonmano”, adelanta.

La historia de Marizza es la de una mujer hecha a sí misma. Hija de un jugador de fútbol profesional (Pedro) y de una aficionada al baloncesto (Blanca), a los 10 años descubrió el balonmano en su colegio, el República de Panamá. “Me atrapó”, resume sobre una pasión que le llevó después a destacar en el equipo del instituto, el Alvarín Romero. La profesora de Educación Física la invitó al club más cercano, el Deportivo Recoleta, para competir más en serio. Se quedó. De ahí, a un clásico de la capital, el Cerro Porteño. “Lo ganamos todo en Paraguay”, comenta. Con 23 años, una niña de 2 en los brazos (Yeruti, su única hija), y su marido (Christian Jiménez) cruzó el charco. Llegó a España en busca de oportunidades y sin equipo.

“Escogimos Alicante porque allí vivía mi tío Ricardo”, cuenta Marizza. Se buscó contactos y Alejandro Rico, gerente deportivo del Mar Alicante, le ofreció probar. José Ignacio Prades, entrenador, se convirtió pronto en su mentor. Abrió una etapa que le ha llevado a Monóvar, Elda y Elche antes de aterrizar en Gijón. Aquí, además del balonmano, ha montado dos negocios junto a su marido: una tienda para arreglar teléfonos móviles en la calle Uría, y un bar deportivo, “Tu punto paraguayo”, en el polígono Maximino Vega de Tremañes. Toda inversión es valiosa después de unos inicios en el balonmano con sueldos escasos e impagos. Todavía celebra algo tan básico como que el Balonmano La Calzada le diera de alta en la Seguridad Social desde el primer día. “Creo que mi hija encontrará un balonmano mejor, pero queda mucho por recorrer”, dice la paraguaya mientras deshoja la margarita de la retirada. “En unos meses hablamos”, concluye antes de despedirse.

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