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El análisis

A este Oviedo le va el Sporting, por Melchor Fernández Díaz

El madrugador gol de Diegui descentró a los rojiblancos en tanto los azules se afianzaron como un equipo convincente

A este Oviedo le va el Sporting Melchor Fernández Díaz

No hubo sorpresa en El Molinón, pues ocurrió lo que viene siendo habitual. Como dirían los economistas, lo estructural prevaleció sobre lo coyuntural. De bastantes años para acá el Oviedo se lleva el “derby”, al margen de cuáles sean los antecedentes próximos. Y nadie podrá poner tacha a cómo lo hizo esta vez, pues ganó con todo merecimiento. Si la suerte le ayudó, lo hizo antes del partido, aunque entonces pareciera lo contrario. Solo hizo falta que pasaran cinco minutos para que el oviedismo pudiera comprobar que lo que en principio había parecido una contrariedad, la baja a última hora de Nieto, había traído aparejada un hecho afortunado. Porque, aunque pareciera que con la baja de Nieto, que es uno de los jugadores más brillantes del equipo, el Oviedo hubiese perdido potencialidad, su sucesor resultó determinante.

Diegui, decisivo

El sustituto de Nieto fue Diegui Johannesson, a quien varios de sus compañeros mantearon al final del partido. Ese gesto podía abrirse a varias interpretaciones. Se trataría, tal vez, de animar a un compañero que ha estado largo tiempo en el ostracismo. O de celebrar que hubiera hecho un buen partido. O de festejar de nuevo su gol, cuando ya se conocía con certeza todo su valor. O, seguramente, de algo que englobaba todos esos motivos y añadía el principal: que Diegui había sido determinante para que el Oviedo ganara, y no solo por el gol. Cuando en el minuto 5 apareció en un lugar tan improbable para un lateral derecho como ser, a boca de puerta, el atacante oviedista situado más en punta y más a la izquierda para buscar, y encontrar, el insidioso centro que Lucas Ahijado había metido desde la banda de ese lado, hizo algo más importante que marcar un buen gol: poner no ya el marcador sino el partido mismo a favor de su equipo.

El Sporting, a contraestilo

Y es que para el Sporting ese suponía la peor de las contrariedades. Es un lugar común que para el equipo que entrena David Gallego dar la vuelta a un resultado en contra se le ha convertido poco menos que un imposible. Hay una explicación. El Sporting actual está concebido como un equipo defensivo, que juega muy junto y a la contra, a la espera de aprovechar alguna de las oportunidades que se le presenten, que, aunque sean pocas, pueden ser suficientes porque cuenta con un goleador en estado de gracia. Una vez más la contrariedad de verse en desventaja le desconcertó. Trató de atacar, pero no encontró el camino ni el modo. Manu García forzó la jugada individual para abrir huecos en el buen entramado montado por los azules. Solo en una ocasión estuvo a punto de alcanzar el éxito, pero Femenías despejó su disparo. Djurdjevic estaba aherrojado por la defensa oviedista y Campuzano, que apenas aparecía, para colmo se lesionó. El Sporting estrenó el segundo tiempo con un cañonazo de Aitor que rechazó Femenías. Y el juego de los rojiblancos acabó derivando en un bombeo de balones que la defensa oviedista convirtió en ineficaz, ya fuera en la frontal del área o, en una ocasión, cerca de la portería, cuando Arribas sacó casi bajo los palos un insidioso centro-chut de Aitor García. David Gallego introdujo cambios para buscar un juego con más alternativas de ataque, pero no consiguió un cambio sustancial. El Sporting acabó el partido buscando infructuosamente los balones que Mariño, adelantado al puesto de defensa central, bombeaba sobre el baluarte azul. Un cabezazo de Pablo Pérez en el minuto 91 que atajó Femenías fue el débil canto del cisne del Sporting.

Un Oviedo convincente

Mientras el Sporting no logró reconvertirse cuando se vio con el marcador en contra, el Oviedo, en cambio, fue capaz de comportarse como el equipo que casi nunca ha logrado ser en esta temporada. Al contrario que tantas veces, no derrochó lo que había conseguido. Lejos de hacer regalos al rival, lo controló con determinación y disciplina. Su defensa, con dos laterales excelentes y un Arribas espléndido, hizo uno de los mejores partidos de la temporada. Y el medio del campo cerró con eficacia espacios al rival. A costa de un esfuerzo que no se tradujo en desgaste, el Oviedo del segundo tiempo trasmitió a menudo esa sensación de que tenía más jugadores que el rival. No solo se multiplicaban Edgar y Tejera sino que Nahuel y Sangalli aportaban una ayuda muy valiosa. Y ese equipo concentrado en su trabajo se podía permitir a veces el lujo de descansar en la calidad y los recursos que aportaba Borja Sánchez, a quien está visto que El Molinón le sienta especialmente bien. Esta vez no marcó un gol extraordinario, como la temporada pasada, pero le creó una superocasión a Nahuel en el minuto 19, que, si no la hubiera marrado el argentino, hubiera supuesto un 0-2 todavía más letal para el Sporting. Borja se hizo fuerte en la banda izquierda, ya fuera para retener el balón con calidad y poderío o para convertirla en plataforma desde la que lanzar contragolpes. El Oviedo se comportó, en fin, como un equipo convincente.

Lo que queda

El partido era importante para los dos equipos, pero no decisivo de cara a sus objetivos, que siguen siendo los mismos. El Sporting está obligado a superar la depresión de sus tres derrotas consecutivas –la última la peor, claro– si quiere mantenerse en el play-off hasta el final, como sin duda está a su alcance. Y el Oviedo ha dado un muy buen paso hacia la tranquilidad, pero deberá añadirle varios más para que sea definitiva. Todavía queda mucha Liga. Sin ir más lejos, la próxima jornada trae un Oviedo-Girona que afecta a los objetivos de los dos. Que a este Oviedo le vaya bien el Sporting, es algo que queda entre los dos. Que no es poco, claro, pero no es todo. Y en ese todo es en el que hay que pensar.

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