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Nada nuevo bajo el sol

El decepcionante empate del Sporting contra el Lorca

Amanecía la playa de San Lorenzo el pasado domingo con una inmensa mancha de carbón que se extendía desde la escalera 1 hasta la 4. Poco más allá, en dirección al Puente del Piles, niños y niñas jugaban al beisbol perfectamente equipados con sus uniformes, sus gorras y las bases marcadas en la arena en la arena. Éramos bastantes los curiosos que nos asomábamos a la barandilla del muro extrañados de que a lo que se jugara en la playa no fuera al fútbol. Las conversaciones giraban en torno a tres grandes temas: si el carbón se debía aún a restos del famoso Castillo de Salas o era "nuevo", cuáles eran las reglas de ese deporte sin porterías en el que buena parte de sus participantes no hacía nada más que mirar y los lamentos por el empate del Sporting en casa del colista.

Cuando el Castillo de Salas se partió en enero de 1986 nos dijeron que el carbón iba a continuar saliendo a la arena por lo menos durante 20 años, ¿tan largo me lo fiáis? decían el burlador de Sevilla salido del talento de Tirso de Molina y el playu de la época. Lo que no sabíamos entonces es que poco más de seis años después el Sporting se iba a convertir en Sociedad Anónima y eso sí que iba a acarrear una maldición mayor. Como los Buendía de la novela de García Márquez nos convertimos "en una estirpe condenada a cien años de soledad que no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra". Aunque en realidad lo que nos diferencia de los habitantes de Macondo es que sí tuvimos alguna que otra segunda oportunidad que, como no podía ser de otro modo, desperdiciamos.

El lunes, con lo que amanecimos, fue con una estupenda entrevista de Mario D. Braña a Eloy Olaya en estas mismas páginas. Volvimos a los 80 y a recordar tiempos en los que un jugador debutaba en Copa con 15 años y mezclaba el barro de los tiempos de juvenil y de un filial en Tercera División con las casi alfombras de una Primera División en la que para el Sporting no estar entre los seis primeros podía considerarse un fracaso, tiempos en los que en vez de fichar 15 jugadores por temporada se apostaba por un filial que por entonces no era líder destacado en una categoría que estaba solo una por debajo de la que ocupaba el primer equipo.

El sábado nos deparó una nueva decepción a los sportinguistas. Llegábamos a Lorca con la necesidad de romper la racha de derrotas fuera de casa. El rival, virtualmente descendido a Segunda B (la categoría en la que compite nuestro filial y, creo que es necesario repetirlo, va líder destacado de su grupo) encadenaba una racha de 10 derrotas seguidas y sus expectativas de salvación casi nulas. Hubo un tiempo no muy lejano en el que el Sporting parecía que solo fichaba jugadores que ocupaban la demarcación de media punta -hubo otro en los que se decía que de Mareo solo salían centrales -, ahora se fichan medio centros defensivos y salen a jugar todos a la vez para enfrentarse, creo que es necesario repetirlo, al colista de la categoría. Pena máxima errada al margen, las oportunidades brillaron por su ausencia y los pases horizontales por su presencia. Quizá lo mejor del partido ha sido el botín de un punto que por méritos debió subir al casillero de los murcianos. Mientras, los centrocampistas creativos con los que cuenta este club descansaban pensando en el partido que tendrían que jugar en Mareo el domingo por la mañana en su duelo de filiales. Un duelo que contó, en una burla del destino, con la presencia en las gradas del secretario técnico anterior que vino a observar a unos jugadores a los que no hizo ningún caso cuando pudo.

Decían el entrenador rojiblanco y algún jugador de la plantilla en la semana previa que con el escudo y la camiseta no se ganan partidos. No puedo estar más que de acuerdo con esa afirmación, pero no estaría de más también saber a qué escudo y a qué camiseta se está representando cuando se sale por "los campos de España".

Cincuenta años antes del 86 y del negro carbón del Castillo de Salas, Antonio Machado publicó su Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo). El protagonista de esta obra es un profesor ficticio, un heterónimo del autor sevillano que se dedica a reflexionar con sus alumnos sobre el arte, la cultura, la filosofía y la vida en general. Una de las sentencias de Juan de Mairena rige desde hace demasiados años los designios de este Club: "Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas -o removerlas- constantemente por fuera". Y el viernes, Osasuna.

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