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Balances y propósitos

Ante el año nuevo para el Sporting

Los fines de año son un periodo extraño, un tanto ajeno al devenir corriente de los días si nos paramos a pensarlo con detenimiento. La época en la que más se acercan el pasado y el futuro y en la que menos comunicamos con el presente. Hacemos balance de lo que nos depararon los doce meses que despedimos y a la vez nos preguntamos qué nos traerán los siguientes mientras anotamos en un papel nuestros buenos propósitos que con un poco de suerte trataremos de mantener hasta marzo. Vemos "Qué bello es vivir" y fingimos que el malvado Sr. Potter siempre es el otro; "Love actually" y pensamos que también vamos a escribir maravillosas notas de amor en carteles, o cualquiera de las de la "Jungla de cristal" y creemos que en la vida, como en el fútbol, como en el cine, al final siempre ganan los buenos. También es época de excesos para los que nos tocó nacer en la cara A del disco y de lamentos por haberlos cometido y de promesas de que el próximo año?

Un 31 de diciembre toca hacer balance de un año extraño en el Sporting. Lo malo es que lo extraño, lo raro, comienza a ser normal de tantas veces repetirlo. La directiva en la junta anual decidió que su celebración favorita de las navidades era el día de los inocentes y regaló al respetable un análisis de la realidad que haría las delicias de los seguidores de las fake news. Lo único positivo de esa junta fue que originó una columna de opinión en LA NUEVA ESPAÑA firmada por Pablo González y titulada "Fernandismo a lo Billy Wilder" que debería repartirse en formato octavilla por toda la ciudad y colocarse enmarcada en la planta noble de Mareo y en todas las sedes de las peñas del Sporting. Si alguien no la ha leído aún que deje inmediatamente de perder el tiempo leyendo estas líneas y corra a buscarla. El equipo volvió a ilusionar en enero, a fracasar en junio, a vender motos trucadas en verano, a desilusionar en octubre y a ver (otra vez) la luz al final del túnel en noviembre gracias a la llegada de un entrenador normal que dice cosas normales, que tiene la costumbre de poner a los mejores en el puesto que mejor desempeñan y que ha decidido que ya puestos en batalla, vamos a tratar de pasarlo bien e intentar ganar los partidos sin esperar a que el contrario en un acto de buena fe los pierda por su cuenta y riesgo.

Un 31 de diciembre también es un día para pensar en si sus majestades nos traerán a Jony o a Traoré, o nos dejarán un vale a canjear por un jugador del filial. Lo que es seguro que no tendremos en el 2019 es la figura de Quini como la cara más amable de un club que tanto le debe. Dicen que en el Barcelona cuando están en alguna situación complicada siempre hay alguien que dice: ¿Qué haría Cruyff en un momento como este? En el Sporting no hacía falta que nadie lo dijera porque Quini siempre andaba por ahí; para apagar incendios con goles, primero; con sonrisas y palmadas después. Dejó el corazón de una afición sin un ídolo, pero también al palco sin el parapeto de su semblante. Nos toca acostumbrarnos a vivir sin él. También parece que vamos a tener en 2019 una mayor presencia en el primer equipo de jugadores con pasado en Mareo. La historia del fernandismo es tozuda y nos muestra que cuando se ha mirado hacia abajo (siempre por imperativo legal) han llegado los resultados. A ver si por una vez no es necesario que un juez o un Tebas traigan la cordura. Por lo demás, lo de siempre: paz, amor y, sobre todo, alguna que otra risa.

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