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El tamaño de las dunas

Decía Karl Popper que la precisión de un lenguaje depende de que no se recarguen en exceso los términos. Un ejemplo. "Duna" es un término muy vago porque siempre podemos preguntarnos cuántos metros de altura debe tener una masa de arena para merecer el nombre de "duna" pero, por otra parte, ese término es lo bastante preciso para entendernos y, si se quiere ser más exacto, no hay inconveniente en agregar "duna de 1 a 10 metros de alto". En las mediciones físicas, apuntaba también Popper, se tiene en cuenta el margen dentro del cual puede haber error de cálculo, y la precisión no consiste en tratar de reducir ese margen a cero o en pretender que no existe, sino más bien en su reconocimiento explícito. Pues bien, la final de la Liga de Campeones entre el París Saint-Germain y el Bayern de Múnich es un partidazo.

¿Y qué demonios es un "partidazo"? ¿Cuánto mide un "partidazo"? ¿Por qué una final entre el PSG y el Bayern es un partidazo, pero una final entre el sorprendente Leipzig y el combativo Lyon no lo sería tanto? ¿Una final a la francesa entre el PSG y el Lyon sería también un partidazo? ¿Y una final a la alemana entre el Leipzig y el Bayern? Todas estas preguntas son tan interesantes como la pregunta por la altura de las dunas, pero igual de impertinentes. El término "partidazo" es vago pero también preciso porque todos los futboleros sabemos qué es un partidazo del mismo modo que todos los geólogos saben qué es una duna.

Si queremos ser más precisos, podemos añadir que la final de la Liga de Campeones entre el PSG y el Bayern se jugará en un estadio vacío y tan desangelado como el cielo de los ateos, un partido con los rituales fuera de sitio, un partido que llega como caído en paracaídas, y un partido en el que no hay favorito porque el PSG es un equipo formado a golpe de millones que cuenta con un tal Neymar, y el Bayern es una máquina de jugar al fútbol que, a diferencia de otras máquinas, no tiene su punto débil en los engranajes sino, más bien, su punto fuerte.

El PSG es un equipo formado con ese dinero sin fin que compra el talento como quien compra un paquete de pipas en un kiosco. El Bayern de Munich es un equipo con menos burbujas pero con engranajes de lujo que, en caso de duda, siempre puede recurrir a Lewandowski. Un partidazo.

Los aficionados nos sentaremos en el sofá y discutiremos de todo, menos del tamaño de las dunas. Algunos echarán de menos al Real Madrid en la final, otros lamentarán que el Atlético de Madrid siga con su fama de "pupas", puede que unos lamenten no poder ver al Manchester City de Guardiola escalando la duna de la Liga de Campeones, y habrá quien se acuerde del Liverpool porque no hay nada como un club con una mitología que le sale por las costuras para iluminar una final y un partidazo que, nos pongamos como nos pongamos, es fundamentalmente triste. Como en todos los grandes partidos de fútbol, los aficionados hablaremos, pontificaremos, gesticularemos y criticaremos sin parar porque, como dijo el gran Pericles en su inmortal "Oración fúnebre", si bien solo unos pocos pueden dar origen a una política (o a un partidazo), todos nosotros somos capaces de juzgarla. PSG y Bayern darán origen al partidazo, y los futboleros juzgaremos el tamaño de las dunas.

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