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En territorio comanche

Pablo González

La culpa es de Yoko Ono

Como motos. La moral del Sporting marcha a lomos de una moto. Lo dice Gallego. Otra vez la cosa va de un artefacto de dos ruedas con motorín. Lo que no se sabe es si se trata del que (se sospecha) llevaba el ínclito Lance Armstrong cuando lo ganaba todo, el de la Derbi del derbi o el de la Superliga de Florentino que gripó antes de meter segunda. Pero si lo dice el pastor de la feligresía rojiblanca, amén. Todo en esta vida depende del famoso cristal y de la patuca con la que uno se levante. ¿Hay motivos para creer que el play-off será rojiblanco después del empate en Zaragoza? Los hay. ¿Hay señales de que lo que parecía hecho puede esfumarse en un hundimiento histórico-trágico? Las hay. Pero en días extraños como estos lo más recomendable es ser optimistas y abrazar el positivismo: Djuka volverá, Campuzano llegará a tiempo para darle relevo y las estrellas que se encienden y se apagan como el cartel de un motel de la Ruta 66 marcarán diferencias, que ya es hora. ¿Consuela esto a los padres y madres de los canteranos rojiblancos que siguen esperando por señales de vida inteligente en la zona abuhardillada? Puede que sí, puede que no. A los poderes del club que presume de marca Mareo, de Mareona y de que el fútbol es para los fans les cuesta decir a las familias lo que hay: primero la salud y después el fútbol. Que lo primero es lo único, y que cuando escampe lo del virus, ya se verá. Pero la propiedad ha optado, otra vez, por esconderse debajo de las sábanas. ¿Y a quién se culpa ahora del cabreo de los padres? A Tebas, a la prensa, a Barbón... Casi mejor a Yoko Ono, así por lo menos nos echamos unas risas, que falta hace.

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