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Antonio Rico

Al oro

Antonio Rico

Pan, nabos y circo

Animal racional, animal político, bípedo implume de uñas planas… El poeta griego Hesíodo prefería definir al hombre como un animal que come pan. Pan y… circo, añadiría el poeta latino Juvenal. Es decir, pan y Juegos Olímpicos. Porque los Juegos Olímpicos, según sus críticos, solo son un circo, un entretenimiento distribuido gratuitamente desde la televisión pública como Julio César se encargaba de distribuir trigo entre la plebe romana o los emperadores romanos organizaban juegos de circo para mantener ocupado al pueblo en un ocio alienante. Pues vale.

El juego de Ricky Rubio con la selección española de baloncesto es circo. Circo del bueno. Por no hablar de la maravillosa carrera de la nadadora sudafricana Tatjana Schoenmaker, con récord del mundo incluido, en 200 braza. ¿Ricky y Schoenmaker hacen que el pueblo pierda interés por la política y se conforme con dejar hacer a otros, como diría Juvenal? No seamos tan duros con el circo ni con el pueblo. Los 10,78 segundos que los plebeyos empleamos en ver a la velocista costamarfileña Marie-Josee Ta Lou recorrer cien metros lisos son tan alienantes como las veinticinco vueltas al estadio que dio Selemon Barega en la carrera de los 10.000 metros para devolver a Etiopía la gloria en una carrera que honraron atletas tan descomunales como Haile Gebrselassie y Kenesisa Bekele. Tan alienantes como un paseo por el Museo del Prado, asistir en el teatro de Dionisio en Atenas a la representación de una tragedia de Esquilo o mover los pies en un concierto de Bruce Springsteen. El hombre es un animal que come pan. El hombre es un animal que necesita circo.

El filósofo Diágoras de Melos, conocido como Diágoras el Ateo, aseguraba que hubo un trabajo número trece de Hércules. Diágoras despedazó una estatua de madera de Hércules y alimentó con los trozos un fuego en que hirvió unos nabos. Ese fue el trabajo número trece: hervir unos nabos que se comió Diágoras. El trabajo número trece de Ricky, Schoenmaker, Ta Lou, Barega o el asturiano Carreño devorador de Djokovic puede que sea hervir los nabos de los espectadores en una tarde de verano. Así es el circo. Así es la vida. Pan, nabos y circo. Después de comer unos nabos y brindar por Carreño, iremos al Senado a criticar a Julio César.

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