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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

El absurdo contra Hitler

La ley de Godwin, propuesta por el abogado estadounidense Mike Godwin, establece que a medida que una discusión se alarga la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno. Del mismo modo que el capitán Barbossa dice en “Piratas del Caribe” que el famoso código de piratas se parece más a una guía que a verdaderas reglas, la ley de Godwin es más un enunciado sobre la interacción social que una proposición científica, pero lo cierto es que funciona. ¿Cuál es la probabilidad de que una discusión entre futboleros derive hacia una discusión sobre el papel de las aficiones en el fútbol y a que alguien cite a la afición de la Lazio, que ha sido tachada de fascista por el gobierno de Francia, y finalmente salga a relucir Mussolini y, acto seguido, Hitler? La probabilidad de que en una tertulia futbolera se cite a Hitler, como la probabilidad de que Ronaldo imponga silencio a sus críticos a base de goles decisivos y la probabilidad de que Canal Historia emita un documental sobre el nazismo tiende a uno. ¿Cómo evitar que Hitler se cuele en nuestras vidas futboleras? Muy sencillo. Invitando al absurdo a tomar un café. Veamos cuatro ejemplos.

1 ¿La publicidad en las camisetas es una legítima (e inevitable) fuente de ingresos para los equipos de fútbol? Vale. Entonces, ¿por qué no permitir que cada futbolista lleve en su camiseta una publicidad diferente? Seguro que sería un éxito. ¿Por qué todos los futbolistas del Celta llevan en sus camisetas publicidad de cerveza Estrella de Galicia? ¿Por qué el logo de Rakuten aparece en la camiseta de Ansu Fati y también en la de Luuk de Jong? ¿Por qué el Villarreal desprecia la posibilidad de combinar la publicidad de una empresa que fabrica pavimentos y cerámicas con la de una agencia de viajes o una bebida energética? Un futbolista, una publicidad. Así, una empresa tendría que pagar más por aparecer en la camiseta de Benzema que en la camiseta de Jovic, y de esa forma la lógica capitalista triunfaría de forma definitiva porque el valor de mercado de cada futbolista se vería reflejado en la publicidad de su camiseta. Y viceversa. Publicitariamente absurdo, ¿verdad?

2 ¿Está bien que los árbitros reciban la ayuda del VAR en las jugadas conflictivas, y que una jugada que parece fuera de juego tenga que finalizar hasta que el VAR sentencie que, en efecto, es fuera de juego? Vale. Entonces, ¿por qué no eliminamos a ese señor vestido de negro o de colores raros que se mueve por el campo interrumpiendo el juego armado con un silbato, y lo sustituimos por un profesional del VAR? O, si queremos mantener el romanticismo del árbitro, dejemos que el señor colegiado se quede en el centro del campo sin moverse y reciba en su pinganillo indicaciones del VAR. “Es falta”. Y el árbitro pita falta. “No fue penalti”. Y el árbitro no pita nada. “Es fuera de juego”. Y el árbitro pita fuera de juego. “Tarjeta roja por entrada violenta”. Y el árbitro muestra la tarjeta roja. “Siete minutos de descuento”. Y el árbitro ordena siete minutos de descuento. Todo sin moverse. Arbitralmente absurdo, ¿verdad?

3 ¿Por qué algunos critican la moda de repetir en pleno partido las jugadas y mostrar sin venir a cuento primeros planos del banquillo, del palco y de los espectadores? Vale. Entonces, y teniendo en cuenta que esas repeticiones impiden seguir el partido de modo que a veces hay que repetir una jugada que no se pudo ver en directo porque estaban repitiendo otra jugada, ¿por qué no retransmitir los partidos con noventa minutos de retraso como si se tratara de la repetición completa del partido? En esa repetición del partido no habría repeticiones, y los aficionados podríamos limitarnos a ver un partido de fútbol, y no una caída en el área desde quince ángulos diferentes o la cara de ese señor tan gracioso que saluda a la cámara con la boca muy abierta. Repetidamente absurdo, ¿verdad?

4 ¿Qué tiene de malo permitir que un futbolista juegue con el número 99 o el número 54 a la espalda? Vale. Entonces, también se podría permitir que un futbolista aficionado a las matemáticas luciera el valor numérico de pi hasta la cifra que permitiera el tamaño de su espalda, o que un futbolista homenajeara a la revolución francesa llevando el número 1789, o que un futbolista fanático de los dinosaurios jugara con el número sesenta y cinco millones en recuerdo de la masiva extinción que marcó el final del Cretácico. Numéricamente absurdo, ¿verdad?

Pues sí, pero la ley de Godwin sería expulsada del fútbol porque el nombre del absurdo es muchísimo más divertido que el apellido de un nazi.

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