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Marcos Peón

No es lo mismo

Sobre el cambio de atleta a entrenador

Cuando eres atleta, o ganas o pierdes. O lo haces bien o lo haces mal. Puedes regar el asunto con excusas que difuminan esta simple dicotomía, pero al final, en la soledad de lo más profundo de tu ser, sabes en qué extremo te toca estar ese día.

Sin embargo, cuando eres entrenador de atletas la cosa cambia. Juegas muchas partidas a la vez. De tal manera que el resultado se convierte en un viaje trepidante de un lado al otro del espectro de sensaciones, sin posibilidad de entregarte plenamente a ninguna de ellas.

Tan pronto te encuentras arrastrado por un tsunami de euforia desbordante propia del que acaba de hacer historia, personal o colectiva, como en el instante siguiente lo que te ahogan son las lágrimas de un joven cuyas ilusiones para ese día acabaron pisoteadas por los suelos justo después del disparo de salida. Sin olvidar a los que se han dejado llevar por la corriente, demostrando que la llama de la ilusión comienza a apagarse en ellos.

Mareado entre ambos extremos, siempre optas por tirar hacia el que crees que más te necesita. La victoria tiene muchos amigos, mientras que la derrota es el lugar más frío de universo. Así que la opción responsable es ponerte un buen abrigo, agarrar un par de mantas, un saco y pegamento para calentar y recomponer almas rotas. Por eso la derrota enseña tanto, porque en ella estás solo y en silencio con quien te quiere ayudar. Mientras, el ruido de la victoria acalla a todo lo demás.

Y este es el motivo por el que cuando el viernes me daban la enhorabuena pública “por lo de Moha”, “por lo de Patri”, “por lo de Manu”... o el agradecimiento privado “por ayudarme a llegar aquí”, “por ser parte de esto”, “por meterme en el grupo”... Aceptas y sonríes, pero en el fondo de tu ser lo que quieres es apartarte de los festejos, dejar que disfrute el que se lo ha ganado y empezar a secar lágrimas, reconducir caminos y recomponer ilusiones.

Dicen que es lo más parecido a ser atleta, pero no es lo mismo. Ni mejor, ni peor. Simplemente, no es lo mismo.

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