La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

La palanca de Arquímedes y los árbitros de Platón

Las enseñanzas que nos deja el comienzo de Liga y las nuevas reglas sobre las manos

Vuelve la Liga, aunque nunca se haya ido. Gracias al fútbol que se produce en estas semanas sin fútbol, todos los futboleros hemos aprendido muchas cosas. Vamos a analizar dos.

1. Gracias al fútbol hemos aprendido que la palanca, esa máquina simple que puede girar alrededor de un punto de apoyo y cuya función consiste en transmitir fuerza y desplazamiento, sirve tanto para mover el mundo como para mover al Barça. Arquímedes y Laporta unidos en torno a un punto de apoyo que permitió al inventor, físico y matemático griego dejar con la boca abierta a Hierón de Siracusa levantando un barco sin esfuerzo, e hizo posible que el abogado, empresario y presidente del Barça levantara un equipo hundido sin fatigarse con largos esfuerzos en la cantera. ¿Por qué emplear muchos hombres y mucho trabajo en llevar a un barco de la dársena al dique seco si se puede conseguir con un punto de apoyo y una palanca? ¿Por qué emplear muchos años y mucho esfuerzo en llevar a los futbolistas de la Masía al Camp Nou (perdón, quería decir Spotify Camp Nou) si se puede fichar a grandes futbolistas apoyándose en sociedades y fondos de inversión y en palancas económicas? Laporta es el Arquímedes del fútbol. Vale. Pero ya veremos qué pasa si el Barça termina la temporada en el dique seco.

2. Gracias al fútbol hemos aprendido que lo más natural puede ser también lo más artificial. Undiano Mallenco, miembro de la Comisión Técnica de Árbitros, explicó los criterios de esta temporada para pitar mano con la finura de un Descartes aplicando el método. Otra cosa es que los criterios de los árbitros cambien cada temporada como cambia la moda, los peinados de los futbolistas, la afiliación política de Toni Cantó o el sentido de la corriente en el canal que separa Calcis (capital de la isla griega de Eubea) del continente y que ni Aristóteles llegó a entender. El árbitro pitará mano en el caso de que el movimiento de la mano para tocar el balón sea voluntario; cuando el jugador tiene el brazo en posición antinatural, haciéndose grande, ya sea con el brazo muy separado del cuerpo o por encima del hombro; y cuando el jugador toca el balón con la mano, aunque sea de manera accidental, e inmediatamente ese jugador marca gol (el tanto se anula y se señala falta). Bien. Dejemos, de momento, el espinoso asunto de la mano "voluntaria", puesto que los futbolistas no son seguidores de la moral kantiana y jamás reconocerán que una mano es voluntaria. Dejemos también, de momento, el delicado asunto de tocar un balón de manera "accidental", del que el mismísimo Aristóteles preferiría ocuparse después de las corrientes de Calcis. Vamos con la posición "antinatural".

Un balón se dirige hacia usted. ¿Cuál sería su respuesta natural? ¿Pegar los brazos al cuerpo como si estuviera en posición de firmes, o mover los brazos intentando cubrirse la cara o, simplemente, mantener el equilibrio? Un delantero le encara dentro del área. ¿Cuál sería su respuesta natural? ¿Pegar los brazos al cuerpo como si fuera un playmobil o un muñeco de futbolín, o abrir los brazos para reaccionar con más rapidez ante los movimientos del delantero? Lo antinatural es exigir que los futbolistas sean juguetes o muñecos. Lo natural es mover los brazos. Los árbitros, por tanto, no deberían pitar mano cuando el jugador tiene el brazo en posición natural (es decir, no pegada al cuerpo), pero toca el balón de manera accidental. Y así volvemos al problema de la definición de lo accidental en un mundo en el que los futbolistas no son kantianos. La Comisión Técnica de Árbitros debería estar formada por árbitros filósofos. Platón decía que los filósofos deberían gobernar. Exageraba. Pero puede que los males del arbitraje no cesen hasta que los filósofos arbitren o los árbitros se hagan filósofos.

Compartir el artículo

stats