Oviedo

El asturiano José Manuel Campa firmaba en abril del año pasado el llamado «manifiesto de los cien», en el que otros tantos destacados economistas de toda España reclamaban una reforma laboral con un nuevo tipo de contrato fijo con despido más barato y la supresión de casi todos los contratos eventuales. Un mes después entraba en el Gobierno como secretario de Estado de Economía. Desde entonces ha sido el hombre de Harvard que garantizaba la seriedad de la economía española ante la comunidad financiera internacional tras la marcha de Pedro Solbes del Ministerio de Economía. Y más que nunca, esta última semana, cuando acudió a Londres y París a pacificar a los inversores internacionales que amenazaban con merendarse las finanzas nacionales. Por el camino, ya sea porque sus compañeros de Ejecutivo no le secunden o porque desde el Gobierno se ven las cosas de forma diferente que desde la Universidad, la política de Campa ha dado un giro, según lamentan algunos de sus antiguos colegas.

Los economistas del «manifiesto de los cien» no dudaron en declararse decepcionados por la propuesta de reforma del mercado de trabajo presentada la semana pasada por Campa y por su jefa, la vicepresidenta Elena Salgado. La propuesta gubernamental fue tachada de «continuista» por algunos de sus antiguos compañeros. Así, el profesor Florentino Felgueroso, uno de los principales promotores del «manifiesto de los cien», sostuvo que «es más de lo mismo».

Eso sí, los académicos reconocen que la filosofía que inspira la reforma gubernamental está en la misma línea que promueven ellos, quizá como si alguien hubiese aguado una y otra vez una buena idea inicial.

La propuesta del Gobierno no es un diseño cerrado, sino un documento abierto sobre el que ahora el Ejecutivo y los agentes sociales se disponen a negociar. Consiste en penalizar económicamente (con cotizaciones más altas) los contratos temporales para desalentarlos (pero no prohibirlos) e incentivar los indefinidos mediante la posibilidad de generalizar el contrato de fomento del empleo, que data de 1997 (con el PP) y que prevé una indemnización por despido inferior a la ordinaria: 33 días por año de antigüedad frente a los 45 actuales por despido improcedente. El contrato de fomento del empleo estaba hasta ahora limitado a colectivos muy determinados, y ahora se quiere extender a buena parte de los trabajadores en paro.

La propuesta gubernamental fue valorada de forma favorable por las patronales, pero también por las organizaciones sindicales, pese a que éstas se habían resistido a cualquier reforma laboral por temor a que fuese una mera excusa para abaratar el despido en España, pero no encontró ese mismo eco entre los académicos.

«Lo que nos ha defraudado son las medidas concretas que se plantean, pero el preámbulo es satisfactorio, porque se ve que el Gobierno ha entendido el problema y que ha sido sensible a nuestra reflexión», matiza uno de los autores. «Siquiera por esto, nuestro manifiesto ya ha servido para algo», apostilla.

Sobre la posición de Campa, firmante del documento ahora en el Gobierno, otro de los cien profesores que suscribieron aquel texto acepta que «algunos economistas puedan creer que si alguien no puede llevar a cabo íntegramente sus ideas cuando ocupa un cargo público es mejor dejarlo». «Es una posición comprensible», señala este economista, «pero, según mi opinión, simplista». «A Campa todos lo valoramos muchísimo como científico, y con que pueda aportar un poco ya nos podremos alegrar. Algunos pueden creer que lo patriótico sería dimitir, pero yo opino todo lo contrario: lo patriótico es seguir en el cargo e intentar aplicar tus recetas en la medida en que puedas, aun a sabiendas de que las dificultades son enormes, porque hay agentes sociales, burocracia, funcionarios, posiciones de partido, etcétera».

«Toda reforma conlleva sacrificios, hay sectores que ganan y otros que pierden, y siempre que se intenta hacer cambios se encuentran resistencias», agrega un colega que también apoyó el documento y tampoco desea ser citado.

Otro de los firmantes, muy crítico con el Gobierno y también con el PP, y que dudó de suscribir el «manifiesto de los cien» porque le parecía insuficiente, tercia: «Es lamentable no utilizar el talento de Campa para una hacer una política mejor. Sería mucho mejor que todos los Campas estuviesen en el Gobierno».