Asturias fue la región donde la destrucción de riqueza (medida por la caída del producto interior bruto, PIB) fue más intensa entre 2008 y 2013, antes de que en 2014 la economía volviera a crecer. La revisión de la contabilidad oficial que acaba de hacer pública el Instituto Nacional de Estadística (INE) señala que el PIB asturiano se redujo el 13,2% entre esos años de la crisis, el mayor retroceso de todas las comunidades autónomas. De esa misma información se infiere que la Gran Recesión cortó a partir de 2008 los avances que la economía asturiana había cosechado para converger con la riqueza media del país. Queda al aire asimismo que, fruto de la pérdida de otras rentas por la crisis y también del envejecimiento, la dependencia de Asturias de las pensiones y otras prestaciones sociales se ha acentuado.

La cuenta del PIB per cápita, indicador que permite una aproximación al nivel de riqueza de un territorio en comparación con otros, muestra que la desigualdad se ha agudizado entre las regiones españolas. Ha aumentado la distancia entre las comunidades más ricas (Madrid, País Vasco, Navarra y Cataluña) y las más pobres (Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha). Madrid, con un PIB por habitante equivalente al 137,2% de la media nacional, y el País Vasco, con el 130,6%, han reforzado sus posiciones de liderazgo económico. Forman parte de los territorios donde la destrucción de riqueza resultó menos severa. En seis años, Madrid tuvo la menor caída del PIB (-4,3%, un tercio de la registrada por Asturias).

La economía asturiana es la que en términos relativos más se ha alejado de la España rica. El PIB per cápita (19.727, el décimo del país) equivalía en 2014 al 88% del promedio nacional, el peor resultado desde 2005. En 2008, antes de que la Gran Recesión desplegara sus peores efectos, Asturias estaba en el 92%. Había llegado hasta ahí tras haber acortado distancias con la media española a partir del año 2000. Entonces, Asturias trataba de dejar atrás la peor década de la reconversión industrial y estaba enganchada al ciclo de crecimiento que, con la construcción y el consumo como bases, había tirado de España desde mediados de los años noventa. Aquellos avances el PIB per cápita se sustentaban en el crecimiento económico, aunque también en el desempeño demográfico: la población (cociente en la cuenta del producto por habitante) permaneció prácticamente estancada en Asturias (aumentó el 0,75% entre 2002 y 2008) mientras que en el conjunto de España crecía cerca del 12%.

La muy intensa caída del PIB asturiano entre 2008 y 2013 (-13,2%) es ligeramente superior a las que se atribuyen a Cantabria (-12,7%) y a la Comunidad Valenciana (-12,4%). Esto es, el impacto de la crisis en la riqueza de asturianos y cántabros fue análogo al que se produjo en la región que probablemente mejor encarna los excesos inmobiliarios durante la fase de expansión económica de España, mayores en la zona mediterránea que en el Noroeste. ¿Qué explica esa posición de Asturias y de Cantabria a la cabeza de la caída del PIB? En ambas regiones, con un perfil industrial medio-alto, el sector fabril sufrió en esos años un recorte de actividad superior a la media del país y que en el caso de Asturias guarda relación con el desplome de la demanda nacional de acero y de otros productos de su industria básica y transformadora. El hundimiento de la construcción también golpeó con contundencia en ambos territorios. Uno de los motores principales del crecimiento cántabro había sido desde fines del siglo XX el extremo desarrollo urbanístico en su costa oriental, estimulado por la conexión con el País Vasco por la Autovía del Cantábrico. La construcción asturiana, más contenida en el negocio inmobiliario pero con un sector muy dependiente de la obra civil, quedó jibarizada con el final del ciclo de las grandes inversiones públicas.

La información del INE deja ver de nuevo un rasgo propio de Asturias: el PIB per cápita, indicador de generación de riqueza, es el décimo del país y está por debajo de la media, pero la renta disponible por habitante equivale al 102,8% del promedio y es la sexta mayor. Esa aparente paradoja se explica por la relevancia de las prestaciones sociales y en particular de las pensiones, que han amortiguado los efectos de la crisis en la renta de muchos hogares. Entre 2008 y 2013, mientras las rentas salariales descendían el 12% por el paro y la devaluación de los sueldos, las transferencias recibidas en prestaciones aumentaron el 6,8%. En parte por la crisis y en parte por el avance del envejecimiento, la dependencia asturiana del sistema de protección social se agudizó: las prestaciones en metálico (pensiones, subsidios de paro y otras) equivalían en 2014 al 29,6% del PIB, cuatro puntos más que en 2010.