La celebración de este Primero de Mayo viene a coincidir con el cuarenta aniversario de la legalización de los sindicatos (28 de abril de 1977), una fecha señalada para la historia de nuestro país a tenor del transcendental papel que las organizaciones sindicales de clase han desempeñado en la consolidación de la democracia en España y en el avance y mejora de los derechos y las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores y trabajadoras.

El Primero de Mayo tuvo su origen en Estados Unidos, en 1886, cuando se convocó una huelga por la jornada de ocho horas. Más de cinco mil fábricas se paralizaron y salieron a la calle 340.000 obreros para manifestar su exigencia. En Chicago los sucesos tomaron un cariz duro y se produjeron revueltas durante cuatro días. El 4 de mayo estalló un artefacto explosivo y resultó muerto un policía. Se responsabilizó a los trabajadores y se produjo la detención de más de treinta personas. Tres de ellas fueron condenadas a prisión y cinco a la horca. Luego, en su memoria, el Congreso de la II Internacional Socialista, celebrado en París tres años después, aprobó la celebración en todo el mundo del Día del Trabajo el 1 de Mayo como homenaje a aquellos trabajadores que ya eran conocidos como Los mártires de Chicago.

La primera manifestación legal del Primero de Mayo en España tras la larga noche de la dictadura no se celebró el mismo año 77, dos días después de legalizados los sindicatos, seguramente por la premura de las fechas. Fue un año después, en 1978, con una participación masiva -más de un millón de personas en Madrid- para revindicar el pleno ejercicio de las libertades y la consolidación de la democracia, además de medidas eficaces contra el paro y contra la subida escandalosa de los precios.

Desde entonces, en estos cuarenta años, no hemos dejado de luchar por avanzar en derechos y mejoras sociales y laborales, con importantes logros a destacar. Pero también -y es lo que quiero remarcar- hemos aprendido que nada de lo que se consigue es para siempre si no permanecemos vigilantes y atentos. Los derechos que han costado décadas pueden perderse en un día, y eso es lo que ha pasado en este país en los últimos años de crisis, recortes y nefasta política de austeridad impuesta por el Gobierno del PP.

Por eso, este Primero de Mayo de 2017 me parece en muchos aspectos una repetición de los que vivía cuando era niño. Entonces como ahora, demandábamos y reivindicábamos el derecho a que nuestros mayores puedan contar con una pensión digna, a que nuestros jóvenes puedan tener una oportunidad de trabajo, a que no haya más accidentes ni más muertes en los centros de trabajo, a la igualdad plena de género en las empresas y en la vida, a disponer de unos servicios públicos universales donde todos tengamos las mismas posibilidades y los mismos derechos, a que existan unas prestaciones básicas para quienes no encuentran trabajo. A que no haya tanta desigualdad social y a que los ricos no sean cada vez más ricos y los pobres más pobres.

Ahora, como también entonces, aspiramos a pertenecer a una Unión Europea garante de los derechos universales y de las libertades fundamentales, que no mire para otro lado con la migración, con la gente que huye de la miseria y la guerra.

Este Primero de Mayo reivindicamos que los beneficios del crecimiento económico, los que empiezan a tener las empresas, se repartan también entre los trabajadores y trabajadoras. No podemos consentir que el Gobierno central siga incentivando una sociedad injusta, donde supuestamente crece la economía, pero al mismo ritmo que lo hacen la desigualdad, la insolidaridad, la precariedad laboral y la corrupción.

Es necesario derogar las últimas reformas laborales, que han instaurado la precariedad como norma de contratación. También es preciso poner en marcha un plan de choque por el empleo, para dar oportunidades a los que tienen más dificultades, jóvenes y parados de larga duración y de mayor edad.

Hay que devolver el equilibrio de fuerzas en la negociación colectiva, para que sindicatos y empresarios podamos negociar en igualdad el contenido de los convenios. Además, queremos recuperar el Estatuto Básico del Empleado Público y el derecho efectivo a la negociación colectiva en este sector. Exigimos también la reforma del sistema de prestaciones por desempleo, para que llegue a todas las personas sin empleo y ofrezca unas garantías dignas, y un salario mínimo interprofesional suficiente y estable, que llegue a 1.000 euros al final de esta legislatura.

Asimismo, pedimos la derogación de la reforma de las pensiones de 2013, que está empobreciendo a nuestros mayores y una reforma fiscal integral, que consiga más ingresos y reparta mejor los esfuerzos, haciendo que paguen más los que más tienen.

También consideramos imprescindible implantar una prestación de ingresos mínimos para sacar de la miseria a las 630.000 familias que no poseen recursos; la recuperación progresiva de la inversión en sanidad, educación, protección social y ayuda a la dependencia; un plan estratégico para la industria; más apoyo a la cultura, a la ciencia y a la investigación, y una regeneración democrática y cultural que deje atrás la confesionalidad del Estado y combata radicalmente la corrupción.

Este Primero de Mayo, apostamos por la solidaridad internacional y el europeísmo, colocando más solidaridad, cohesión y fraternidad frente a la xenofobia y el conservadurismo. Y, por supuesto queremos seguir construyendo una Unión Europea prospera, capaz de impulsar un crecimiento económico sostenible, solidaria y progresista.

Por todo ello pedimos a los asturianos y asturianas su participación en la manifestación en Avilés, por un cambio de políticas para que el empleo sea estable, los salarios justos, las pensiones dignas y para que haya más protección social.

Es un cambio que no admite demora, porque sin él, la crisis nunca acabará para la clase trabajadora.