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La trampa ingenua del proteccionismo

Trump acrecienta la beligerancia contra otros países en su afán por reducir el déficit exterior de EE UU, que sólo atajará con más ahorro interno

La trampa ingenua del proteccionismo

El presidente de EE UU, Donald Trump, está arrastrando al mundo a la trampa del proteccionismo. Hay quienes aún confían en que, más que ante escaramuzas de una vorágine de nacionalismo, estemos ante un mero juego de posiciones tácticas con el recurso fácil a los faroles de un jugador de póker para forzar posiciones de ventaja en eventuales negociaciones futuras. Pero la escalada de aranceles y represalias en marcha, y que se ha enconado en los últimos días, alumbra los peores presagios y anticipa un elevado riesgo de que el actual rearme de las hostilidades pueda desencadenar una genuina guerra comercial, que es aquélla en la que nadie gana y todos pierden. Los síntomas de creciente atmósfera inflamable arrecian.

Fondo Monetario Internacional (FMI), Reserva Federal (Fed) de EE UU, Banco Central Europeo (BCE), Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Banco Mundial, Banco Internacional de Pagos, las grandes potencias (G7 y G20), Organización Mundial de Comercio (OCM), la cumbre de Davos y otros agentes, foros e instituciones están haciendo llamamientos persistentes a bajar el tono de la crispación y las amenazas, y a la renuncia a toda tentación aislacionista por ser dañina para el interés colectivo. Pese a ello, y como dijo el BCE en su reunión de Riga el día 14, las evidencias de un mayor proteccionismo "se están haciendo más prominentes", por lo que el mundo -dijo el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, el día 6 en Washington- está ante un "riesgo serio".

Una interpretación errónea. El proteccionismo es un mal remedio para un problema mal enfocado. Los crónicos saldos negativos por cuenta corriente de EE UU obedecen a causas más profundas que la mera diferencia entre exportaciones e importaciones. La economía enseña que los déficits externos son en realidad la expresión de una realidad interna de cada país, definida por la insuficiencia del ahorro nacional para atender los niveles de inversión. Se define así como un caso típico de una economía que vive por encima de sus posibilidades porque consume y demanda recursos superiores a la riqueza que es capaz de generar. Si esta situación se mantiene y prolonga es porque el país es capaz de captar capitales inversores externos y préstamos internacionales que financian su estándar de confort. Pero para que los inversores y prestamistas extranjeros dispongan de dólares para financiar los déficits estadounidenses, el país debe incurrir de manera inevitable en un déficit exterior por cuenta corriente tan enorme como gigantesca sea su dependencia financiera de los capitales exteriores: los mercados cambiarios dispondrán de dólares en abundancia para atender estas necesidades en la medida en que el país los "exporte" mediante el pago de compras de bienes y servicios a otros países.

De esta forma, los saldos negativos comercial y por cuenta corriente de EE UU sólo se atajarán en la medida en que el país ahorre más o reduzca su nivel de gasto e inversión, y en tanto que renuncie, en consecuencia, a una parte de su nivel de opulencia y prosperidad financiada desde el exterior.

Culpas propias. Frente a la visión de Trump -según la cual el crónico déficit externo de EE UU es culpa de UE, China, Canadá y México, entre otras áreas-, la realidad es que EE UU (la mayor potencia económica, política y militar del planeta) incurrió en déficit comercial el año pasado con 102 países -como recordó en febrero el economista y profesor de Yale (EE UU) Stephen S. Roach-, lo que evidencia hasta qué punto el problema es propio e interno, y no externo y ajeno.

El déficit por cuenta corriente estadounidense apenas se redujo -como anotó en enero el economista Javier Santacruz- ni cuando el dólar se debilitó en 2017 de forma acusada (cayó, de media, el 10% frente a una cesta de divisas) y cuando por ello los bienes y servicios de EE UU deberían haber acrecentado su competitividad en precio respecto al resto del mundo. Por el contrario (y al igual que ocurrió en España en 1998-2008) el saldo negativo de la balanza por cuenta corriente se disparó de forma muy acusada -como escribió alguna vez Paul Krugman- cuando EE UU gestó su gran "burbuja" inmobiliaria especulativa, entró en una fase de exuberancia irracional y acrecentó la importación de capitales para financiarla.

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