El producto interior bruto (PIB) de Asturias creció en 2017 con mayor vigor que el conjunto de España (3,5%, frente al 3,1% nacional) y este año lo hace con un tono (2,6%) muy cercano al del país (2,7%), según pronostican los laboratorios de predicción económica. Pero la región aún es la que tiene más terreno por recorrer para recuperar los niveles de actividad y de empleo de los meses precedentes a la Gran Recesión (2008-2013). A la velocidad actual, la economía asturiana tardará aún dos años en alcanzar el valor que llegó a tener hace una década. Y se necesitarán hasta seis para llegar al volumen de trabajo de entonces.

Los divergentes. España en su conjunto ya ha superado el volumen de PIB que tuvo en 2008, año con el que se cerró un ciclo de crecimiento iniciado en 1994 y que estuvo marcado por acontecimientos como la incorporación al euro, la expansión de la construcción y finalmente por la acumulación de desequilibrios (altísimo endeudamiento privado y colosal déficit por cuenta corriente con el exterior) que multiplicaron los impactos negativos de la crisis internacional y han complicado el proceso de recuperación. El balance de las regiones certifica que en este último proceso ha habido divergencias y que Asturias, con un PIB en 2017 inferior en un 5,3% al de 2008, forma parte de un grupo de territorios rezagados en el que también están La Rioja (-1,6% respecto a 2008), Cantabria (-1,5%) y Castilla-La Mancha (-0,8%).

El comportamiento de esas regiones y el del resto de España sugiere que no hay patrón geográfico claro que explique las divergencias. Sobresale la vigorosa recuperación de Baleares (ver gráfico adjunto), que se explica por el auge turístico de estos años -estimulado por los problemas en destinos competidores de otros países- y el empuje también de las cuatro regiones más ricas del país: Madrid, País Vasco, Navarra y Cataluña. La mitad Sur, con la excepción de Castilla-La Mancha, está por encima de los niveles de PIB previos a la crisis, aunque con resultados más contenidos que otras zonas. Forman parte de ese grupo algunas de las comunidades donde mayor había sido el boom de la vivienda y mayores también las consecuencias de la crisis financiera y del desenlace de la burbuja inmobiliaria (Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana).

El Noroeste y la vejez. Las posiciones atrasadas de Asturias y Cantabria y el contenido resultado de Castilla y León, que ha igualado pero no superado el PIB de 2008, dan a entender que el proceso de recuperación tiene menos ímpetu en las regiones del Noroeste, que comparten su posición periférica y un acusado envejecimiento demográfico. La pérdida de población activa es un favor que limita el potencial de crecimiento de los territorios, pero el dinamismo exhibido por Galicia o el País Vasco, zonas también con altas tasas de personas mayores de 65 años (superiores al 20%, como las de Asturias y Cantabria), restan crédito a la hipótesis de que la demografía explique de manera principal por qué la recuperación asturiana haya sido menos dinámica.

Agujeros industriales. La letra pequeña del PIB deja al aire dónde reside una peculiaridad de la región: mientras el valor generado por el conjunto de la industria española fue ya en 2017 el 3,8% más alto que en 2008, el de la asturiana fue aún un 15% inferior. Y más que en la posible tibieza de la recuperación fabril que se inició en 2015, la clave está en la dimensión del derrumbe de actividad que tuvo el sector en la crisis: el PIB industrial legó a reducirse el 25% cuando la media española estaba en el 11%. Tal resultado guarda relación con la especialización productiva de Asturias y la dependencia de fabricaciones básicas como el acero. El desplome de actividad recoge, por ejemplo, los efectos del hundimiento en la demanda y de los precios de los productos siderúrgicos, que en el mercado global siguen lejos de las cotizaciones anteriores a 2008. Comunidades con alto perfil industrial como el País Vasco y Navarra, pero también con una industria manufacturera más diversificada y con mayor proyección internacional de las pymes, evitaron un castigo como el sufrido por Asturias y se han recuperado más rápido (favorecidas también por la abundancia de recursos de su sector público gracias a la financiación foral).

Cuentas pendientes con el empleo. Asturias está recuperando trabajo neto desde 2014, aunque la velocidad de ese proceso, como la del PIB, es también más contenida que en el resto de España. La aportación de la industria y de la construcción es por ahora muy limitada, en tanto que el campo sigue perdiendo efectivos por su crisis estructural. El motor del empleo está en los servicios, intensivos en contratación y, en el caso de algunas de sus actividades medulares, también en precariedad laboral. Es el sector que, según la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI), está más cerca de igualar el número de ocupados de 2008. La distancia del conjunto de la economía regional con ese objetivo puede expresarse así: si Asturias mantiene la tasa de ganancia de empleo observada en 2017 (1,63%, hasta sumar 372.000), necesitará cerca de seis años para alcanzar los 408.000 ocupados que, según SADEI, Asturias tenía hace ahora diez años.