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Energía que no envejece

Cincuenta años de la central de Proaza, uno de los emblemas de la industria hidroeléctrica asturiana y de la arquitectura de Vaquero Palacios

El lugar por donde el agua vuelve al río tras la producción. IRMA COLLÍN

La central hidroeléctrica de Proaza resiste el paso del tiempo por dentro y por fuera. En el nivel inferior del edificio, los mismos dos grupos generadores que comenzaron a funcionar hace medio siglo siguen produciendo kilovatios a una media anual equivalente al consumo de 20.000 hogares. Y el aspecto exterior e interior conserva aún hoy cierta atmósfera de ciencia ficción. Es una de las sensaciones que puede transmitir el diseño de Joaquín Vaquero Palacios, arquitecto ovetense que dejó su sello modernista en varios de los principales complejos energéticos de Asturias. El de Proaza, cuyos 50 años conmemorará esta próxima semana EDP España (antes Hidrocantábrico), es el resultado de la fusión del arte de Vaquero y de la ingeniería que permite el aprovechamiento eléctrico del agua. Una forma de fabricar luz que, al contrario que otras, no envejece o lo hace muy lentamente.

"No hay método más eficiente y rápido de producir energía", cree Benigno Ordóñez Vázquez, responsable de la llamada Agrupación Proaza-Priañes, formada por dos de los aprovechamientos hidroeléctricos de EDP en Asturias. En una central del tipo que sea -salvo las fotovoltaicas, que convierten directamente la radiación solar en electricidad- el proceso básico de generación es semejante: aprovechar un recurso para generar energía mecánica en una turbina y transformarla en eléctrica en un alternador. En el caso de una instalación como la de Proaza, cada segundo pasan por sus dos turbinas hasta 40 metros cúbicos de agua que proceden principalmente de los ríos Teverga y Quirós. El recurso se toma de una cuenca, comprendida dentro de los concejos oseros de Quirós y Proaza, de 376 kilómetros cuadrados de superficie, equivalente a dos veces la extensión de Gijón u Oviedo.

Es habitual que donde existe una planta hidroeléctrica haya cerca un embalse. El quirosano de Valdemurio, que recoge el agua para la central de Proaza, está situado a unos diez kilómetros de ella por carretera. El embalse recibe los aportes procedentes de dos azudese (de Zarameo y de Olid) que están conectados a él por tuberías subterráneas. Otro túnel conduce el líquido hasta las proximidades del centro de generación, al que entra por una "tubería forzada" de 360 metros. La generación eléctrica con esta tecnología requiere agua y altura, y esta última se consigue en Proaza aprovechando los 148 metros de diferencia de cota que hay entre el embalse quirosano y la central proacina.

"Esta es una central fluyente", explica el mierense Benigno Ordóñez. Significa que el agua es utilizada en cuanto se dispone de ella, que no existe el respaldo de un pantano con alta capacidad de almacenamiento. El de Valdemurio puede acoger hasta 1,5 hectómetros cúbicos, tanta agua como la necesaria para llenar 600 piscinas olímpicas. Compárese con los 266 hectómetros (más de 100.000 piscinas) de la mayor presa hidroeléctrica de Asturias, la de Salime, compartida por EDP y Endesa.

Asturias hidroeléctrica

Asturias es una región con abundancia de agua -recurso que resultó esencial para su industrialización-, pero la importancia de su sector hidroeléctrico es modesta, al menos por comparación con el peso de la generación a partir de carbones, en la que la región está altísimamente especializada. Asturias aporta, con 10.000 gigavatios/hora en 2017, más del 20% de todo lo que producen las térmicas carboneras españolas, mientras que el balance hidráulica, cerca de un millar de gigavatios en ese mismo año, supone el 5% de la generación nacional de ese origen. "Los ríos de aquí son caudalosos, pero cortos", apunta el ingeniero responsable de Proaza sobre una de las limitaciones físicas de la región. Los principales productores son Castilla y León, Galicia y Extremadura.

El mayor conjunto hidroeléctrico de España es el de Aldeadávila, en Salamanca, propiedad de Iberdrola, y está formado por dos centrales que suman casi 1.140 megavatios de potencia (capacidad productiva). Los dos grupos gemelos de Proaza, con tecnología francesa de Alstom (turbina) y estadounidense de General Eléctric (alternador), suponen 48 megavatios. Es por tanto una planta minúscula comparada con el gigante de la cuenca del Duero, aunque su aportación desde que comenzó a funcionar en enero de 1968 (4.200 gigavatios, iguales al consumo anual de más de un millón de hogares) da brillo al balance de una instalación que, como todas las hidráulicas, forma parte de lo que se pudieran llamar las "fuerzas de choque" del sistema eléctrico: la energía que se fabrica con agua es la única capaz de atender de manera casi instantánea, en segundos, aumentos o disminuciones súbitas de la demanda. "En caso de apagón, las hidroeléctricas son las primeras centrales en responder", comenta Benigno Ordóñez, antes destinado en la térmica de Aboño, que como todas las de carbón y las de gas, y aún más las nucleares, necesitan horas para arrancar.

La central de Proaza se acciona con un botón desde un despacho de la sede de EDP, en la ovetense plaza del Fresno. La progresiva automatización ha suprimido los antiguos procesos manuales y extinguido oficios como el de "turbinero". En el extraordinario edificio situado en la margen derecha de río Trubia, con luminosos y amplios espacios ideados por Vaquero Palacios, apenas hay trajín, salvo cuando tocan tareas de mantenimiento o ante circunstancias muy excepcionales como el evento que el próximo jueves conmemorará los 50 años de la central. "Es un lugar muy agradable para trabajar", dice su responsable entre las paredes donde el hormigón se combina con los colores rojo y negro, característicos del arquitecto, y con sus murales alusivos a la naturaleza, al hombre y al trabajo.

Benigno Ordóñez se pregunta por qué se quiso hacer la central de Proaza como se hizo: una obra de arte cuyas dimensiones y costes excedieron en mucho los imprescindibles. El ingeniero se responde a sí mismo que Vaquero Palacios pensó seguro en hacer más fácil y grato el trabajo de las personas (la plantilla llegó a ser de 40) y que, tanto él como quienes regían Hidroelécrica del Cantábrico entonces, probablemente aspiraban a "hacer algo perdurable, para el futuro". Sin fecha de caducidad, al contrario que una térmica, una central nuclear o un molino de viento.

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