La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El coste aplazado de la triple austeridad

Europa optó por la contención fiscal, monetaria y salarial simultánea en plena recesión y tuvo una salida más tardía de la crisis y un despegue menor

El coste aplazado de la triple austeridad

Europa, que no empezó a superar la gran crisis de 2008 hasta fines de 2013 (cuatro años y medio después de que lo hubiera hecho EE UU) llega a 2019 con síntomas de mayor agotamiento que la gran potencia americana y después de una recuperación más corta y menos intensa que la estadounidense.

Entre determinados economistas norteamericanos considerados progresistas (caso de Paul Krugman y Josep Stiglitz, entre otros) existe la convicción de que la excesiva austeridad en Europa y un estímulo fiscal insuficiente en EE UU incapacitaron la posibilidad de una recuperación más enérgica y briosa a ambos lados del Atlántico y que el lánguido proceso de recuperación (más tardío y menos contundente en la UE) fue consecuencia de las políticas timoratas que se aplicaron por miedo a los déficits fiscales y a la inflación.

Se alejan así de la teoría del "estancamiento secular" y de la "nueva normalidad" que abanderaron el ex secretario del Tesoro de EE UU Larry Summers y otros a partir de 2013 para explicar la atonía en la que entró la economía tras la crisis. El economista James Bradford De Long también cree que en EE UU se pudo haber sido, imitando la audacia de Franklin Roosevelt en 1932, más osado de lo que se fue.

En Europa todo fue más lento y proceloso. Frente a la política fiscal expansiva (suficiente o insuficiente) de EE UU y la política monetaria beligerante (con tipos en el 0% y expansión cuantitativa desde fines de 2008), el BCE subió sus tasas de referencia tres veces en plena crisis (2008 y 2011), no redujo los tipos al 0% hasta marzo de 2016 y no emprendió la expansión monetaria hasta fines de 2014 con compra de bonos privados y hasta marzo de 2015 con deuda soberana. En Europa hubo tres austeridades simultáneas a partir de 2010 ( la fiscal, la monetaria y la salarial) durante la mayor crisis internacional en 70 años.

Todo esto ha podido dejar secuelas que aún colean. Luis de Guindos, siendo ministro de Economía, llegó a criticar en febrero de 2014 que en Europa se pasase del estímulo fiscal (2008-2009) al ajuste acelerado.

La rectificación comenzó en 2013 y esto explica que la relajación del BCE y una mayor permisividad en el estímulo fiscal por la Comisión Europea hiciesen posible la recuperación económica de la UE (incluida España) en esa fecha y no en otra. 2013 fue un año clave. Fue cuando el FMI admitió en enero que se extralimitó en la exigencia de austeridad y en junio que se equivocó con el exceso de rigor en Grecia, y cuando el G-7 en mayo pidió reequilibrar los ajustes con estímulos.

El comisario europeo Pierre Moscovici admitió el error el pasado agosto y el FMI lo repitió en marzo del año pasado. También el ex vicepresidente del BCE Vítor Constâncio reconoció en mayo de 2018 que fue perjudicial subir tipos en plena crisis.

Autores como el isarelí Shlomo Ben-Ami creen que las medidas de austeridad "crearon las condiciones para el regreso de ideologías tóxicas", en referencia al populismo y extremismo que ahora amenaza a Europa. Bradford De Long también escribió en noviembre que "años de crecimiento tibio sentaron las bases para un alzamiento político en 2016" en EE UU, en referencia al triunfo de Trump y sus políticas agresivas.

Existe la creencia entre quienes rechazan la austeridad cuando es excesiva y se aplica en un contexto de derrumbe económico y de mucho sufrimiento que esa estrategia causó daños irreversibles que la posterior rectificación no logró restaurar. El 12 de abril de 2016 el FMI sentenció en su boletín que "la persistencia de un crecimiento lento deja secuelas que, de por sí, reducen el producto potencial y, por ende, la demanda y la inversión".

Compartir el artículo

stats