Nueve de cada diez economistas asturianos son pesimistas sobre el futuro del sistema de pensiones y tampoco tienen expectativas favorables acerca de la incidencia en la industria regional de la transición energética, de las diferencias tributarias entre comunidades autónomas o de la utilidad de las políticas para frenar la pérdida de población, según expuso ayer Miguel de la Fuente, decano del Colegio de Economistas de Asturias a propósito de las conclusiones del denominado "Económetro", una encuesta realizada este año entre los profesionales colegiados para conocer sus impresiones sobre distintos aspectos de la situación asturiana.

De la Fuente comentó tales resultados al intervenir en el encuentro anual de los economistas asturianos, discurso que concluyó pidiendo "no instalarse en el pesimismo". "Hemos de dejar paso a los nuevo y no aferrarnos a lo tradicional", dijo, y señaló como ejemplo a seguir el de Laudelino Alperi Baragaño, consejero delegado de Astilleros Armón, homenajeado como "Colegiado de honor".

Un Alperi que dijo sentirse "abrumado" por la distinción concedida por sus colegas repasó su ejecutoria como estudiante y profesional de la economía y la empresa. Miembro de la primera promoción de la Facultad de Económicas de la Universidad de Oviedo en los años setenta, recordó el consejo que, durante un acto que cerraba el curso, les dio a los nuevos titulados Enrique Fuentes Quintana, uno de los economistas españoles de mayor influencia académica y política de la segunda mitad del siglo XX: " 'Aplicad la experiencia y el sentido común', nos dijo. La vida me demostró después que esas palabras tan sencillas tenían verdaderamente un sentido muy profundo".

Laudelino Alperi, langreano de La Felguera, se incorporó a Astilleros Armón en Navia con 24 años como director financiero, cuando el astillero, como muchos otros, atravesaba dificultades. "Nos dio aire la devaluación de la peseta frente al dólar, que nos permitió acceder a unos contratos en Nigeria", explilcó. Luego vendría el difícil período de la reconversión del sector naval español (1984-1992), que sólo en la bahía de Gijón, detalló Alperi, borró cuatro astilleros y más de doce mil empleos. En una de las muchas reuniones que el sector mantuvo con el Ministerio de Industria de la época, escuchó a alguien afirmar que a Armón "le quedarían seis meses". Pero el astillero naviego salió a flote, diversificó sus producciones y se expandió en los años siguientes con nuevos centros fabriles en Lugo, Vigo y, más recientemente, en Gijón.

"Para trabajar fuera hay que ser como Rafa Nadal: mostrar seguridad y dar el golpe", dijo el primer ejecutivo de Armón sobre la experiencia internacional del astillero, cuyo hito de mayor relieve fue el contrato para construir en 2011 catorce remolcadores para la obra del Canal de Panamá.

Audacia, innovación y compromiso de la plantilla son algunas de las recetas que, dio a entender el economista y empresario, han convertido lo que era un pequeño astillero asturiano en un referente europeo de la construcción naval. Para Asturias y para España, Alperi recetó ayer "fomentar la cultura del trabajo", evitar "la acomodación social" y revertir "la pérdida de tejido industrial".