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La persistente vulnerabilidad española: Las debilidades que agravan el efecto Covid

La especialización sectorial y los caracteres estructurales de la economía nacional abocan al país a graves desfondamientos en las fases bajistas

Una terraza en Trascorrales (Oviedo)

Como en la crisis financiera de 2008, la estructura productiva nacional ha vuelto a ser determinante en la mayor incidencia de la pandemia en la caída de la actividad en la economía española respecto a otros grandes países avanzados.

El mayor predominio de actividades vulnerables a las restricciones de la movilidad, los confinamientos y el cierre de negocios por su alta exposición a la interacción social; una especialización productiva que confía el patrón de crecimiento en la sobrerrepresentación de sectores más livianos y menos resistentes ante los avatares cíclicos de la economía; una composición del tejido empresarial muy atomizado y con una preeminencia superior de las micropymes, cuya estructura financiera suele ser mucho más débil en la generalidad de los casos; la fragilidad de un mercado laboral que arroja en términos comparados ratios muy elevados de eventualidad, temporalidad y parcialidad, en buena medida a causa de la estructura productiva predominante; la menor implantación del teletrabajo y una contribución al PIB más baja de actividades profesionales susceptibles de ser ejercidas por medios telemáticos, y un componente tecnológico y esfuerzo en investigación, desarrollo e innovación en relación al Producto Interior Bruto (PIB) muy inferiores a lo que son exigibles determinan la singularidad del país, que se ve por ello mucho más zarandeado que sus homólogos en las fases recesivas de los ciclos –como ocurrió en el segundo trimestre– aun cuando por su propia liviandad refulja con más brío en las etapas de recuperación, como se volvió a verificar en el tercer trimestre. El estímulo fiscal más contenido realizado por el Gobierno como consecuencia de los desequilibrios que arrastra España desde la crisis precedente en términos de déficit y deuda públicos también han contribuido a que España sea el segundo país de la OCDE, tras Reino Unido, más impactado por el contundente revés del coronavirus.

Diagnóstico

En el diagnóstico de los hechos diferenciales que explican la mayor afectación de la crisis en la economía española (sobre todo, el elevado peso del turismo, la hostelería y sectores afines en la estructura productiva española) han sido coincidentes en los últimos meses numerosos organismos internacionales, servicios de estudio y analistas. Lo dijeron el Instituto de Finanzas Internacionales (FII) en marzo; el Fondo Monetario Internacional (FMI) en abril, en mayo y en noviembre; la Comisión Europea en mayo y de nuevo en noviembre; el Banco Central Europeo (BCE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial en junio; Banco de España en mayo, junio y octubre; Standar & Poor’s, Société Générale e ING en marzo; Deutsche Bank en marzo y en mayo; JP Morgan y Moody’s en abril; la Organización Mundial del Turismo (OMT) en mayo; Oxford Economics y la patronal española CEOE en agosto; Funcas, Fitch, Rabobank y por segunda vez el Banco Mundial en septiembre, y los exministros españoles del PP Cristóbal Montoro (junio) y Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, en julio, agosto y septiembre, así como el exministro socialista y exvicepresidente de la Comisión Europea Joaquín Almunia en septiembre.

En el diagnóstico de los hechos diferenciales que explican la mayor afectación de la crisis en la economía española han sido coincidentes en los últimos meses numerosos organismos internacionales, servicios de estudio y analistas.

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Turismo

Las actividades más dañadas por el cierre de negocios en diversos países para frenar los contagios (turismo, hostelería y comercio) suman en España el 25% del PIB, como señaló el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en el Congreso de los Diputados el 18 de mayo. Representan por lo tanto 11,4 puntos más de lo que suponía el sector de la construcción en la anterior crisis (13,6% del PIB) cuando el estallido de la “burbuja” inmobiliaria española –precipitado por la súbita restricción de los flujos financieros internacionales a partir del 15 septiembre de 2008– confirió la particular gravedad a la recesión en España, al igual que ocurrió en varios países aquejados de la misma exuberancia.

Esta vez la “sobredimensión”, en expresión de Oxford Economics, se acentúa de modo particular en el sector turístico nacional, con una contribución del 12,3% al PIB y del 12,7% al empleo nacionales, unos de los porcentajes más elevados entre los países desarrollados (el mayor, según la OCDE y el segundo, tras México, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo), y no solo por su propio tamaño (explicable en función de los recursos potenciales existentes en el país) como porque no está suficientemente compensado con una mayor contribución de sectores más resistentes a la adversidad y con mayor fortaleza como el complejo fabril productivo nacional.

Es el caso de Italia, que, aun con una elevada exposición al negocio turístico, tiene no sólo una menor dependencia de él en términos de PIB sino que además la corrige con un peso industrial de 1,1 puntos de PIB superior al español.

España, que es el segundo mayor destino turístico tras Francia, depende también mucho más que Italia del transporte aéreo (que quedó cancelado en marzo) para la llegada de sus principales flujos turísticos. Esto es así porque Reino Unido es el principal país emisor de visitantes a España (aportó el 22,6% del total de 83,7 millones de turistas extranjeros que llegaron en 2019) mientras que apenas contribuye con el 3% de las entradas en Italia, cuyo principal cliente es Alemania, un país continental con el que está bien conectado por otros modos de transporte.

Por unas y otras causas (también la alta incidencia de la primera oleada del virus en el país, al igual que en Italia, y la severidad de los confinamientos y clausura de establecimientos), España, con datos actualizados hasta agosto, superó en tres puntos porcentuales la media mundial de caída de los flujos turísticos, que la Organización Mundial de Turismo (OMT) estima del 73% en España y del 70% como promedio global.

Turistas en Oviedo.

Servicios e industria

Tanto los datos de PIB como los de los índices de gestores de compras (PMI) –un indicador adelantado habitualmente muy fiable– evidencian que el desplome de la actividad ha sido de forma generalizada en todas economías muy superior en los servicios que en la industria, lo que penaliza a España por la significativa preponderancia del sector terciario mientras que ese perjuicio fue menor en países con mayor perfil industrial. De modo que aunque hasta septiembre la industria española fue de las que menos se replegó entre las grandes economías del área (sufrió la undécima mayor caída de los 27 países de la UE), el PIB nacional padeció el segundo mayor desplome del continente, tras Reino Unido, según la oficina estadística Eurostat. Los últimos datos del índice PMI, difundidos el martes pasado, indican un nuevo retroceso económico en la Eurozona tanto en el sector manufacturero como en el de servicios a causa de la segunda oleada del virus, pero mientras el industrial aún se mueve en la zona de crecimiento aun cuando más débil, el de la actividad terciaria profundizó su incursión después del verano en la zona de contracción.

Antiguas baterías de coque de Avilés

Hostelería

El sector de la hostelería, también muy intensivo en empleo y con gran dimensión en España, ha sido otra de las actividades que han vivido en proporciones catastróficas las medidas para contener la expansión de la Covid.

Los negocios de hostelería representan en torno al 7% del PIB español y antes de la pandemia existían en el país 315.000 establecimientos, a razón de un bar, cafetería o equivalente por cada 150 habitantes, en lo que está considerada como la mayor densidad de locales del mundo. Un estudio en los años 80 ya había constatado de modo gráfico que sólo en un barrio de Madrid (el de Atocha) había más establecimientos que en todo Noruega. Eurostat, con datos de 2015, sitúa a España como el país líder en Europa por el consumo en restaurantes y bares: los españoles dedican a este fin el 15% de su renta, un récord sin parangón, el doble que la media europea, el triple de lo que ocurre en Alemania y con superioridad significativa incluso respecto a Irlanda, que ocupa la segunda posición. Se trata de un fenómeno sociocultural, inserto en pautas de comportamiento colectivo, interrelación social y hábitos de conducta muy arraigados. “España no se entiende sin bares”, resumió el 9 de noviembre el director general del grupo Mahou San Miguel, Alberto Rodríguez-Toquero.

Por consiguiente, las medidas extraordinarias de cierre de negocios hosteleros en tanto que son centros de socialización y de afluencia numerosa de público, en ocasiones con permanencias dilatadas, necesariamente tenía que impactar mucho más a la economía española que a cualquier otra.

Una terraza en Oviedo

Micropymes

España es el sexto país de la UE por la contribución de las pequeñas y medianas empresas (pymes) al valor añadido (60,88%), excluido el sector financiero, y el segundo por la aportación de las micropymes (24%), según la OCDE. El 94,4% de las empresas españolas tienen menos de diez trabajadores y la economía nacional es la tercera de Europa por el porcentaje de sociedades con menos de seis empleados.

Se trata de un tipo de empresas más desguarnecidas frente a los avatares adversos de la economía porque son “las más expuestas a la escasez de efectivo”, como recordó la OCDE en abril, y que, como explicó en junio el Banco de España, “tienen más dificultades para acceder a herramientas efectivas con las que mitigar la disminución de liquidez” en tiempos de recesión. Por esta razón, señaló en agosto Oxford Economics a propósito de las pequeñas empresas españolas, “la interrupción de los ingresos inducida por la pandemia es un golpe mortal para muchas de ellas”. Luis de Guindos lo corroboró el 17 de septiembre en un foro virtual, y esta vulnerabilidad se agrava porque gran número de este tipo de negocios también se concentra de forma muy elevada en algunos de los sectores más dañados. “España presenta un reducido tamaño empresarial en términos relativos frente al área del euro, lo que la hace especialmente vulnerable en esta crisis”, dijo el Banco de España en junio. El peso de las pymes en el entramado productivo fue uno de los argumentos esgrimidos el pasado día 13 por el FMI para proyectar un retroceso esperado del PIB español del 12,8% para este año.

Esta contextura del tejido societario minifundista español se agrava por la débil estructura financiera de muchos negocios –aunque el endeudamiento empresarial se redujo respecto al origen de la anterior crisis– y su dificultad para acceder a financiación. Y esto se agrava porque, según un informe del Banco de España, en torno al 15% de las empresas del país tenían ya antes de la pandemia patrimonio neto negativo.

En las últimas semanas se han conocido caso de afamadas empresas españolas de hostelería que tras más de medio siglo de éxito empresarial no resistieron tres meses de cese de actividad.

Espacio de coworking en el talud de la Ería

Debilidad estructural

“La empresa media española es pequeña, poco competitiva y tiene márgenes muy bajos”, escribió el pasado día 17 Enrique Quemada, presidente de One To One, compañía de finanzas corporativas y asesoramiento en operaciones empresariales.

Esta debilidad estructural es genérica y no circunscrita a ámbitos de actividad tradicionalmente considerados como menos robustos. La industria, con un peso menor a la media europea, es un sector “desigualmente tecnificado, vulnerable y dependiente de terceros”, sintetizó en octubre Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano.

España, cuarta economía de la eurozona, ocupa el decimoséptimo lugar por su esfuerzo inversor en innovación y desarrollo (I+D) en relación al PIB, según datos de 2017 difundidos por Eurostat el año pasado, y Cotec (la fundación para la innovación) acaba de constatar en la última semana que Grecia y Polonia ya han superado a España y que Portugal, que ya llevaba ventaja, sigue ampliándola. Italia, otro país prototípico de la Europa meridional, también va por delante de España. La inversión española en I+D seguía estando el año pasado en el 59% de la media comunitaria. Según un análisis del Instituto de Estudios Económicos (IEE) en 2018, el empleo en sectores manufactureros de alta y media tecnología y en servicios intensivos en conocimientos supone en España el 39,8% del total frente al 45,8% de promedio europeo. Todo ello contribuye a perpetuar la fragilidad de la economía nacional cuando llegan las dificultades.

Cualificación

Entre marzo y septiembre la pandemia destruyó en el mundo unos 345 millones de empleos a tiempo completo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Su estimación apunta a que gran parte de ellos se concentró en los segmentos laborales de menor cualificación. Aun con tendencia a mejorar, España es, tras Malta, el segundo país de la UE con mayor tasa de abandono escolar, lo que sitúa a amplias capas de su población en una situación de debilidad en las situaciones críticas.

Estudiantes de FP en Avilés

Precariedad laboral

Muy vinculado con la especialización productiva y demás rasgos inherentes a la economía española, la alta tasa de contratos laborales temporales y a tiempo parcial que caracterizan al modelo productivo nacional constituye un factor adicional de flaqueza en tiempos de perturbación. Lo apuntaron específicamente para España como causa adicional de un peor comportamiento económico del país ante la Covid la OCDE el 10 de junio, Oxford Economics en agosto, el gobernador del Banco de España el 6 de octubre y el FMI el pasado día 13 en su informe sobre la economía española.

Teletrabajo

Sólo el 30% de los trabajos en España son susceptibles de realizarse de forma remota y esta proporción cae al 20% en algunas regiones, según Oxford Economics. España es el sexto país de la UE que menos teletrabaja, según el Observatorio del Trabajo a Distancia y de acuerdo también con un estudio reciente de Eurofund. El predominio de tareas presenciales por la tipología de las actividades dominantes es una de las explicaciones, junto con los hábitos de vida social, de mayores niveles de contagios en algunos momentos de la pandemia y también de una indefensión más aguda del sistema productivo ante reveses imprevistos como el actual.

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