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La recuperación económica durante el verano, entre el oasis y el espejismo

El miedo a la temida recesión en otoño merma la confianza de los consumidores que, sin embargo, tienen el ahorro en máximos

La playa de San Lorenzo (Gijón) durante el pasado mes de agosto. | Juan Plaza

La economía española se adentra en el tercer trimestre del año, el del verano, bajo el influjo del optimismo del sector turístico. A pesar de que los contagios por covid vuelven a tasas que se creían olvidadas, hay ganas de viajar, de salir y de socializar después de dos años de restricciones. Ni siquiera los preocupantes datos de inflación parecen estar mermando las reservas hoteleras o el gasto turístico. Sin embargo, en el sector asturiano temen que el alza de los precios pueda empezar a echar el freno del gasto antes, incluso, de que termine agosto. Tanto familias como empresas muestran en los indicadores de confianza que son conscientes de que el otoño ya no será tan feliz: la subida de precios, las posibles restricciones en el consumo energético y la subida de tipos de interés esperan a la vuelta de la esquina mientras que la posibilidad de que EEUU o la zona euro entren en recesión cotiza al alza entre los expertos y mercados financieros.

Las ganas de disfrutar de las vacaciones coexisten con el creciente temor a un fuerte frenazo económico a partir del otoño. La palabra "recesión" se ha instalado ya en el debate económico, con el efecto deprimente que ello ejerce sobre la confianza de los agentes económicos, y existe cierta coincidencia entre los economistas en que una caída de actividad y de empleo podría producirse en EE UU y también en la zona euro a partir del otoño, si se materializa el corte total del suministro ruso de gas. La probabilidad de una recesión en estas economías es tal que, en las últimas semanas se ha producido un vuelco en los precios de las materias primas no energéticas.

"Ante la expectativa de que la desaceleración económica y la recesión en algunas zonas traerán una menor demanda de materias primas se está produciendo una rebaja de sus precios", explica Javier Pino, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Han caído los precios de los metales. El del hierro se ha recortado en torno al 13,4% y el aluminio, más de un 30%. También se están moderando los de algunos alimentos (el precio del trigo ha bajado casi el 10%) y están cayendo con fuerza los precios de los fletes en el transporte marítimo. No así, las materias energéticas, sobre todo el gas. Los costes energéticos y la contención de los precios de la siderurgia no auguran nada bueno para la economía asturiana, cuyo motor sigue siendo el metal. La entrada masiva de los mercados asiáticos ya está golpeando a la facturación de ArcelorMittal, primera empresa de Asturias.

En el caso de la economía española nadie habla, al menos de momento, de recesión. "Ningún organismo tiene ese escenario para España", declaró la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Pero Alberto Núñez Feijóo pidió al Gobierno que deje a un lado la "soberbia" ante el "riesgo de recesión" a lo que Calviño le instó a comportarse como un "líder" y "arrimar el hombro en lugar de estar vaticinando constantemente una catástrofe y no haciendo nada para evitarla".

Desde la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) ya han advertido en numerosas ocasiones de las malas previsiones que tiene la economía asturiana cuando termine el verano. De momento se espera que las alas de Asturias y el tirón turístico consolidado durante la pandemia –gracias al incremento del turismo nacional– siga dando sus réditos. De momento las previsiones son buenas, los españoles siguen prefiriendo moverse dentro del país al tiempo que se empieza a recuperar el turismo internacional parecen apuntar a un buen verano. Mejor incluso, esta vez sí, que el de 2019. Los veranos protagonizados por el covid, recuerda el presidente de OTEA José Luis Álvarez Almeida fueron buenos en comparación con los de otros puntos de España que sufrieron más que Asturias, pero no en términos absolutos.

Sobre las buenas previsiones para estos dos meses siguen las sombras de la crisis. Hay dudas de si el verano va a ser un oasis o un espejismo dentro de las complicadas previsiones económicas para el final de 2022 y el inicio de 2023. El alza de los precios sigue mermando la capacidad adquisitiva de los consumidores y eso puede hacer mella en sus vacaciones de verano. Muchos españoles empezarán sus vacaciones llenando el depósito y lo harán a unos precios desorbitados. Eso, apunta el economista asturiano Javier Álvarez, "puede repercutir en sus hábitos de consumo durante su estancia en el Principado". Su afirmación no responde más que a la lógica, la inflación se come una parte importante del presupuesto de los turistas antes, incluso, de llegar al destino.

De momento, las expectativas económicas han disparado el ahorro, que servirá de colchón para sostener el consumo durante el verano, o al menos una parte. La bolsa de ahorro generada durante los meses de confinamiento y de restricciones a la actividad económica por la pandemia de coronavirus sigue inflándose. El deterioro de las expectativas económicas, provocado por los efectos de la guerra de Ucrania, está provocando que la cuantía de los depósitos bancarios siga aumentando pese a eliminarse las limitaciones del covid. El ahorro está en Asturias en niveles máximos. Los depósitos aumentaron en más de 3.500 millones desde el inicio de la pandemia. Esto no es una particularidad de la región, sino un fenómeno generalizado en todo el país.

El líder de UGT a nivel nacional, Pepe Álvarez, llamaba esta misma semana al consumo durante los meses de verano pese a las advertencias de los economistas: “Dicen un día sí y otro también que vamos a entrar en crisis, que habrá recesión, que después del verano vamos a saber qué es lo que pasa". Pase lo que pase durante julio y agosto empresarios y economistas coinciden en señalar en que a mediados de septiembre o principios de octubre a la economía asturiana no le quedará otra que enfrentarse a la realidad. El alza de los tipos de interés ayudará a frenar la escalada de precios –cuyo dato actualizado se conocerá este miércoles– lastrará la inversión. El encarecimiento del dinero dificultará el acceso de empresas y particulares a la deuda, lo que desincentivará el gasto y ralentizará el crecimiento. Eso, opinan algunos expertos, es el mal menor para atajar el problema más acuciante: la inflación.

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