Antonio Suárez Colunga, presidente del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Asturias, repasa en esta entrevista la actualidad del sector y los numerosos retos que afronta la profesión, ligados a los cambios tecnológicos y al complejo escenario económico marcado por la subida de los tipos de interés y los costes de las materias primas.

–Acaban de celebrar el congreso bienal, que se retrasó por la pandemia. ¿Cuáles son las conclusiones más destacables?

–Lo primero es el éxito de asistencia, con más de 700 congresistas, en un estupendo marco y buena organización. Igualmente, las destacadas personalidades que se brindaron a exponer sus ponencias en el ámbito de sus respectivas atribuciones: el director general de vivienda del Ministerio de Transportes, que habló de los Fondos Next Generation; el director general de Arquitectura, del mismo Ministerio, que se refirió a la Ley de Calidad de la Arquitectura, y varios dirigentes de la asociación europea de tasadores (TEGOVA). Como resultados prácticos, se ha puesto de manifiesto el creciente interés y el involucramiento de los profesionales de la Arquitectura Técnica en las nuevas tecnologías, sistemas y herramientas en las diferentes áreas de la edificación.

–¿A qué retos se enfrenta ahora la profesión?

–Tenemos un parque de edificaciones muy envejecido y con muchas deficiencias en múltiples aspectos (accesibilidad, eficiencia energética). Los profesionales de la arquitectura técnica debemos jugar un importante papel social en el desarrollo, construcción, mantenimiento y rehabilitación de ese parque inmobiliario ya construido. Todos teníamos depositadas grandes esperanzas en los fondos europeos, denominados Next Generation, para acometer dicha rehabilitación, pero, al menos de momento, no están llegando al mercado inmobiliario con la agilidad y rapidez que se esperaba.

–¿Y eso es grave?

–Las ayudas resultan imprescindibles para poder cumplir los objetivos establecidos, tanto por los organismos de la Unión Europea como de Naciones Unidas, en cuanto a la Eficiencia Energética y al Desarrollo Sostenible. Los particulares, por sí solos, no pueden asumir los costes de esos retos tan importantes.

–El escenario económico se complica, ¿temen que la subida de tipos ralentice el mercado de la construcción?

–Está claro que este escenario económico no va a favorecer al sector. Resulta evidente que el encarecimiento de las hipotecas que se avecina, sumado al alza de precio de los productos energéticos y de la cesta de la compra, supondrá un hándicap a la hora de analizar costes y tomar decisiones en el seno de las economías familiares. Personalmente, considero que es un tremendo error tratar de frenar la inflación desde esa vertiente; probablemente vaya a ser mucho peor el remedio que la enfermedad. Hay otras muchas maneras de reducir costes y que serían más eficaces, pero hacen falta voluntad y coraje para acometerlas y ponerlas en práctica.

–¿Cómo les afecta a ustedes en concreto el aumento de los costes de los materiales?

– Sin duda, se trata de un problema añadido a los otros ya existentes, que podría llegar a agravar considerablemente la situación actual. El aumento de los costes, tanto en las materias primas como en la energía, siempre ha existido, es algo consustancial al paso del tiempo, pero solía producirse de una forma pausada que permitía ser compensada con la mejoras en los salarios. Ahora todo esto se ha descontrolado por completo. Creo que estamos en un momento clave del devenir de la sociedad del bienestar, por el que tanto se ha luchado.

Es un error tratar de frenar la inflación subiendo el precio del dinero

–¿Cómo afectan los cambios tecnológicos a su quehacer diario?

–A mí, particularmente, mucho. Yo soy de los de pluma y papel. Menos mal que tengo compañeros que están muy puestos en esto de las nuevas tecnologías y cubren sobradamente mis carencias, especialmente en lo que respecta a la comunicación a través de las redes sociales. En los temas informáticos más elementales, me defiendo. Pero nunca mejor dicho eso de que ‘los tiempos cambian que es una barbaridad’. Demasiado deprisa, a mí entender. La pausa es importante y no sólo en la música.

–¿La sociedad entiende y valora el trabajo que realizan ustedes?

–Buena pregunta. Porque es cierto que no todo el mundo conoce cuáles son las atribuciones y las funciones que desarrollamos los aparejadores. Tal vez por la disparidad de titulaciones con las que actualmente se define nuestra profesión, que puede llevar a confusión. Por eso, en nuestro Colegio, optamos por la denominación más clásica, “aparejador”, aunque la profesión regulada oficialmente es “arquitecto técnico”. Pero creo sinceramente, y no solo dentro del mundo propio de la construcción, que la inmensa mayoría ya nos sabe identificar y diferenciar perfectamente de otras profesiones, más o menos afines. No obstante, persistiremos en la tarea de promover nuestras señas de identidad, para que la ciudadanía perciba en su totalidad la importancia y la eficacia de nuestra labor profesional en todo el ámbito social.

–¿Qué objetivos se ha marcado al frente del Colegio?

–Casi me atrevería a decir que el Colegio ya se desarrolla por sí solo, adaptándose paulatinamente a las necesidades que van surgiendo, tal es la capacidad de trabajo, la profesionalidad y la dedicación de mis compañeros en la Junta de Gobierno, en particular, y del conjunto de personas que trabajan en el Colegio, en general. Es una suerte disponer de un equipo tan eficaz e involucrado en las tareas colegiales. Pero por contestar con más precisión, siempre tratamos de mejorar el servicio y la atención a los colegiados, en todo cuanto les afecta, porque ellos constituyen el núcleo y el motivo de nuestra existencia.

–¿Qué acciones llevan a cabo al respecto?

–Para ello, por una parte, estamos inmersos en tareas de modernización, en cuanto a comunicación y redes sociales, para que conozcan el día a día colegial con la máxima amplitud y rapidez posibles. Aunque, sin lugar a dudas, lo más importante es prestarles la ayuda necesaria para estar al día en todo lo que supone una buena práctica de la profesión, mediante cursos, conferencias, publicaciones; todo cuanto esté a nuestro alcance para mantener el alto nivel adquirido y cada vez más valorado en la sociedad. Esa misión, de mejorar lo bueno, no finalizará nunca. De esa forma algún día alcanzaremos la excelencia, que es el ideal. Pero sin prisa.