El líder del PP, Pablo Casado, no eleva el tono de su discurso, lo extrema, y eso que la campaña aún no ha empezado. Quizá lo único de lo que todavía no había acusado a Pedro Sánchez es de ser tolerante con el terrorismo. Ayer subió también ese escalón, ganándose la reprimenda del PSOE: "Su irresponsabilidad le inhabilita para presidir España". Casado opina que Sánchez prefiere tener "las manos manchadas de sangre que pintadas de blanco", dicho esto a a cuenta del apoyo recibido de Bildu -buscado, según el líder del PP- para aprobar los últimos decretos.

Para Casado, el jefe del Ejecutivo ha cruzado la última "línea roja": "blanquea" a golpistas (secesionistas catalanes) y proetarras (los diputados de la izquierda abertzale). No es que los necesite, acusó, es que "los promueve y ampara" y los normaliza.

"Los enemigos de España, el golpismo y el terrorismo, son los aliados de Sánchez", sentenció, solemne, en la presentación del programa electoral del PP en Barcelona. Y terminó, más fuerte si cabe que al principio: Sánchez es "un peligro público para España" y el presidente "más radical y más sectario" habido en el país.

Dicho lo cual pasó a desgranar el programa en sí, cuyo eje es un plan recentralizador. Lo que Casado llama su "contrato" con la ciudadanía. Quinientas medidas "para cambiar España", entre las descuella, por ejemplo, reforzar la presencia del Estado en toda el territorio a través de las delegaciones del Gobierno, una moratoria en el traspaso de transferencias (incluso favorecer que se devuelvan), la aplicación del 155 en Cataluña "por el tiempo que resulte inexcusable" (e interviniendo TV-3) y aprobar una ley de Concordia para sustituir la de Memoria Histórica.

Por su parte, Santiago Abascal (Vox) propone un referéndum para recentralizar España y "sacar la economía adelante".