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Tensa cordialidad en mitad del terremoto y pisotones por la foto

Populares de todas las familias se arrejuntaron a la sombra de Casado y decenas de empresarios escucharon a un dirigente pausado y cordial

Asistentes al encuentro informativo, ayer, en el hotel del Calatrava. L. M.

-¡Ay!- suelta Mercedes Fernández.

Tan atropellados estaban todos en el encuentro entre Pablo Casado y la plantilla de Alcoa que, sin querer, Teresa Mallada dio un paso atrás y pisó a la presidenta del PP asturiano.

-Perdón, perdón- dice la expresidenta de Hunosa y candidata al Principado.

"¿Viste? El ambiente se corta con un cuchillo", me susurra una periodista. Había algo de atmósfera previa a una reacción nuclear en cadena ayer en el Calatrava. Ese PP asturiano que es "tres en uno" se daba cita a las puertas del hotel del Palacio de Congresos bajo un sol que picaba mientras Casado se demoraba por culpa (cómo no) de un vuelo de Madrid con retraso. A Alfredo Canteli (candidato en Oviedo) se le ve en su salsa. Cruza una novia con el vestido arremangado, pero aquí huele a divorcio.

¿Cómo medir el campo energético entre Alberto López-Asenjo García (candidato del PP en Gijón) y Mariano Marín (presidente del partido en esa ciudad) cuando están a apenas cuatro metros de distancia tras haberse lanzado los trastos públicamente estos días? El PP necesita de sismógrafos para determinar cada día cómo va el terremoto interno.

Los trabajadores de Alcoa ya tienen un máster en la foto política. Escuchan, asienten, son firmes a la hora de exponer su problema. Casado les cuenta que es una locura cerrar las nucleares como pretende el PSOE. Coinciden los trabajadores, pero dejan claro que solo piden, ya acabe el PP en la oposición o en el gobierno, que tome medidas para evitar el cierre de la factoría avilesina. Luego regalan a la comitiva las camisetas amarillas que se han convertido en símbolo de la protesta. "A mí no me hace falta, que ya llevo el pañuelo de ese color", dice Mercedes Fernández. En un plis se cuela para la instantánea la candidata local de Avilés, Esther Llamazares. Y ocurre el pisotón, y el ¡ay!, y alguien cree que por poco más hubiesen volado sillas. Pero no. Mercedes Fernández coloca la mano sobre el hombro izquierdo de Casado y todos caminan en fraterna unidad hacia el salón donde se celebraba el encuentro informativo con los empresarios.

En las mesas pudo verse a Álvaro Platero (Gondán), Alejandro Díaz (Baldajos), Fernando Casero (Unión Financiera), Constantino Martínez (Proasur), Pedro Ortea (presidente de la empresa familiar de Asturias), Alejandro García Monjardín (presidente de Cesintra), Jesús Jardón (Tartiere Auto), María Calvo (vicepresidenta de FADE), Carlos Paniceres (presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo), Pedro López Ferrer (vicepresidente de la Cámara de Gijón) o Nerea Monroy (vicesecretaria de UGT). Había algún déficit de empresarios porque en el hotel de la Reconquista hablaba el presidente de la CEOE Antonio Garamendi. Eso sí, mucho dirigente popular.

A todos ellos se dirigió Casado sin el apasionamiento del mitin, con el sosiego del discurso que busca convencer a quienes, en teoría, no deberían comprar discursos exaltados.

Entre las ausencias, las de los socios de coalición. No había representantes de Foro. No obstante, el presidente del PP fue prolijo a la hora de glosar la relevancia del pacto con los foristas en las generales e insistió (pese a que cada vez que lo hace escuecen heridas internas en buena parte del PP asturiano), en su buena relación con Álvarez-Cascos. Lo más forista que pudo verse ayer en el paisaje de trajes y corbatas fue el cántabro Sancho Michell, exdiputado en el Principado de Foro y hoy cónsul honorario de Rumanía, pero ya casi nadie se acordaba de su paso por la política asturiana.

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