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Álvarez de Toledo salva el debate

Una confrontación menor que no quedará en segundo plano

Álvarez de Toledo salva el debate

Con Abascal fuera de juego, por decisión del árbitro electoral, el gran debate de la campaña más incierta pierde virilidad, aunque se mantiene como cosa de hombres. Por contraste, en las confrontaciones secundarias dominan las mujeres, lo que quizá quiera decir algo sobre la naturaleza que todavía perdura en los liderazgos. Las voces femeninas marcaron el debate a seis en TVE, con una pluralidad de acentos, entre los que sobresale el arrastre argentino de la popular Cayetana Álvarez de Toledo, que no es lo que más extrañeza produce. Por la estupefacción que genera su atípica manera de perderse en un terreno al que mostró ser ajena, pese a sus pasadas experiencias públicas, la cabeza de lista del PP por Barcelona resultó decisiva para sacar a flote lo que, a priori, se anticipaba como un mero precalentamiento, a la espera del gran debate, en torno al que ahora todo son dudas. Álvarez de Toledo fue un elemento extraño frente a los otros cinco, bien adaptados todos, unos mejor que otros, a las reglas de la confrontación política. Mientras Irene Montero recitaba con aplicación y velocidad, azuzada por el cronómetro, la letanía electoral de Unidas Podemos, con el principal fichaje femenino de Casado quedó la duda de que conozca el programa que tiene detrás, lo que, por ser un tipo de ficción tediosa y repetitiva, a nadie se le puede reprochar, salvo que seas candidata.

No fue ese el único desapego que Álvarez de Toledo mostró con sobradez de origen. A despecho de la conveniencia de fijar posiciones nítidas sobre las materias sensibles, quiso poner la firma propia con una inquisición reflexiva sobre la forma en que las potenciales víctimas de una violación deben dejar constancia de su rechazo. El PP no necesita que le abran también el flanco de las posiciones dudosas ante hechos como los de "La Manada", pero esos cálculos de oportunidad quedan fuera de una candidata con notorio afán, irreprochable, de marcar impronta personal. Álvarez de Toledo quizá tomó conciencia del terreno quebradizo que pisaba cuando Irene Montero la culpó de dar argumentos para la exculpación de los violadores, a lo que la candidata popular respondió con la siempre impotente amenaza de las denuncias.

Sólo la ciudadana Inés Arrimadas, también número uno por Barcelona, evitó las invectivas contra Álvarez de Toledo, sobre todo porque formaban tándem contra la socialista Montero y sus puntales periféricos. A diferencia de la voz del PP, el resto fueron predecibles en su fluir, muy poco dialéctico en la medida en que, fuera de encontronazos aislados, ignoraban a conciencia los incordios que llegaban de los otros atriles. La elusión de respuesta parece no descontar puntos, máxime en un debate a seis, en el que las voces tienden a cruzarse en abierto guirigay cuando los interlocutores no respetan sus tiempos.

La ministra Montero siguió por el libro las instrucciones de campaña de callar antes que errar, lo que provocaba una disonancia entre su tono enfático y lo poco que tenía que decir. Irene Montero fue la gran recitadora, ajena incluso a la provocación de Arrimadas sobre las razones del alto lugar que ocupa en el partido. La representante de Ciudadanos se ajustó tanto a la guía de campaña que incluso cumplió con el consejo de humanizar al candidato con alusiones a la familia, para que quede constancia de que no son seres de invernadero. El peneuvista Aitor Esteban, impuso tanta calma que hasta le sobraba el tiempo, quizá porque sabe que sólo una mínima parte de los potenciales espectadores son sus votantes. El devastador Gabriel Rufián mostró una contención insólita sin renunciar al mensaje de siempre, conocedor de que el 28 de abril puede ser el primer paso de ERC hacia el liderazgo del independentismo.

Los seis sirvieron de anticipo a todavía no se sabe qué, un único debate en TVE o dos consecutivos, uno en la televisión pública y otro en la privada, este último con una probable ausencia de Sánchez compensada por su omnipresencia argumental.

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