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La consolidación de Sanchez y la pugna entre PP y Cs conforman el nuevo escenario político

La ultraderecha podría haber tenido el domingo la gran noche que canta Raphael de no haber alimentado las expectativas excesivas

Pedro Sánchez besa a Begoña Gómez en el balcón de Ferraz en la noche electoral. REUTERS

Las urnas de abril dibujan un nuevo escenario político, que se afianzará dentro de menos de un mes, con las elecciones locales, autonómicas y europeas. El bipartidismo que comenzó a cuartearse en 2015 está ya roto, no habrá Gobierno sin pactos, pero además el PP, uno de los coprotagonistas del tiempo en que dos se lo repartían todo, está en trance severo de verse apeado de ese papel para muchos años.

Sólo hay un PSOE y es el de Sánchez. Con el pegamento que dan las victorias electorales, la querella interna de los socialistas, muy diminuida ya antes, queda cancelada. El PSOE de ahora es el ahormado en torno a Sánchez, por más que les pese a algunas voces "históricas" que dicen no reconocer a su partido. Los triunfos actúan como disolventes de las discrepancias, por lo que tardará en escucharse alguna voz crítica con el líder consolidado en las urnas. Sánchez tiene además a su favor el respaldo de los votantes a la "desinflamación" del conflicto catalán, el asunto de mayor fricción interna (y externa) para el partido. Frente a un PP que roza lo extraparlamentario en Cataluña, los socialistas suben con fuerza (de siete a doce escaños) y además ahora puede encontrar al otro lado de la mesa a unos interlocutores, ERC, a los que se supone con capacidad para escapar a la abducción del prófugo de Waterloo.

Combinatoria de pactos. Sin tener una fuerza parlamentaria incontestable, el PSOE queda en una disposición cómoda para los pactos, con posibilidad de distintas combinaciones, lo que siempre viene muy bien para alternancias durante los cuatro años de la legislatura. Está clara ya su intención de gobernar en solitario, con un Ejecutivo de perfil muy similar al actual, lo que no resulta nuevo porque Sánchez lo hizo explícito con reiteración durante la campaña. Cuenta con un probable núcleo estable -prolongación, y decantación, del sumatorio ocasional que lo aupó en la moción de censura- que es el conforman los socialistas con Podemos, PNV y Compromís, 172 votos en total, a solo cuatro de la mayoría absoluta, a los que cabría añadir el del cántabro Revilla y los dos de los canarios. Aunque la fácil suma con Ciudadanos (180 votos) está ahora bloqueada por el distanciamiento (también en lo personal entre Sánchez y Rivera) durante una campaña de extrema rudeza, el calendario electoral trabado con premeditación hace que las generales sean unas "primarias" del 26 de mayo, tras las que se abrirán pactos entre socialistas y "naranjas" que contribuirán a rebajar lo que ahora parecen diferencias insalvables. La comodidad para Sánchez consiste en que puede elegir y forzar a sus socios potenciales con la amenaza de que si no son ellos habrá otros.

El PP: la réplica del tsunami está por llegar. A diferencia de lo que ocurre con los socialistas, la derrota del PP hasta desplomarse al que, por ahora, es su suelo tiene un potencial disgregador en un partido con la herida interna de la sucesión de Rajoy todavía en carne viva. Hay síntomas de que, en menos de un mes, el descalabro puede agrandarse con la pérdida de poder territorial, que sumiría al que hace apenas diez meses era el partido en el Gobierno en un ciclo bajo, del que resultará muy difícil recuperarse. Pablo Casado era un líder frágil en extremo que ahora puede volatilizarse por su precipitación al sumarse al bando de las urgencias electorales.

Las dudas de Ciudadanos. Por si todavía no estaba claro que las encuestas solo sirven para un momento, conviene recordar que hace poco más de un año los sondeos hicieron de Albert Rivera el aspirante a la Presidencia con más posibilidades de conseguirlo. Esa fue la referencia para toda su estrategia durante meses, sólo modificada, ya con las urnas a punto, por la pretensión de sobrepasar al PP. Para consumar esa opción alternativa le faltaron nueve diputados, pese a ganar un millón de votos más que en 2016 y aumentar su bancada en veinticinco representantes. Sin embargo, las extrema debilidad de los populares, aunque se mantengan como segunda fuerza, y sobre todo el severo cuestionamiento al que su líder se verá sometido en los próximos meses, animan la pretensión de Rivera encabezar el centro derecha y con ello la oposición. Pero los números son un tentación y Ciudadanos, al que la urgencia de tocar poder llevó a un pacto tan dudoso como el de Andalucía, necesita mostrarse como un partido con capacidad ejecutiva o, al menos, adquirir la consistencia que da la "oposición responsable". Por ello, a nadie debe sorprender que en este nuevo tiempo político asistamos a probables reediciones de aquel "mestizaje" entre PSOE y Ciudadanos que llevó a Pedro Sánchez a su investidura fallida en marzo de 2016.

La debilidad de Unidas Podemos. El retorno de un Iglesias sorprendente en su moderación, en la que algunos quieren ver la influencia de la paternidad y la hipoteca, evitó que la caída de la formación que lidera alcanzara el descenso que pronosticaban algunas encuestas. Aún así la pérdida de cerca de una treintena de parlamentarios tiene una digestión complicada. Iglesias queda en condiciones de respaldar a Sánchez pero su resultado no sirve de aval a su reclamación de entrar en un Gobierno de coalición. Ahora viene el test que permitirá comprobar si la moderación es su nuevo estado o sólo un recurso electoral.

El peso de la periferia. Las urnas dejan la evidencia de que los nacionalistas, incluso en su versión más extrema que es el secesionismo, conservan un peso en la política estatal que en algunos momentos puede volverse decisivo. Pese a ello, el soberanismo catalán pierde capacidad de extorsión, lo que es una paradoja y, a la vez, una buena noticia para el futuro Ejecutivo. Con el anticipo electoral, el PNV quedó a medias en la rentabilización de su apoyo a Sánchez en la moción de censura, por lo que ahora tiene ocasión de completar la tarea. ERC está en disposición de mostrar si su pragmatismo es auténtico, sobre lo que existen muchas dudas.

La irrupción de Vox. La ultraderecha podría haber tenido el domingo la gran noche que canta Raphael de no haber alimentado las expectativas excesivas, al final falsas, que le daban los supuestos sondeos soterrados y el barullo de las redes. Irrumpir en el Congreso con 24 diputados es un éxito, aunque la configuración de la nueva Cámara y el bajo perfil de la tropa de Abascal anticipan que el folclore ultra dominará sobre su influencia parlamentaria. Conviene, sin embargo, que la parte risible no haga olvidar que detrás de Vox hay más de dos millones y medio de votos.

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