Muchos estudios lo confirman: si durante el verano el niño o la niña no repasa lo que ha aprendido en el curso, pierde parte de estos conocimientos. Por ejemplo, si en el mes de julio el niño ya reconoce muchos números y en las vacaciones no se repasan con él, lo más probable es que en septiembre, al iniciar de nuevo el colegio, los haya olvidado. Lo mismo puede suceder con algunas operaciones matemáticas, la destreza a la hora de leer, o los idiomas. Por esta razón, durante el verano es importante repasar con los pequeños los conocimientos adquiridos, pero siempre hay que hacerlo en forma de juego para que esta actividad no se parezca a las tareas de clase y el niño la perciba como algo divertido.

Ya lo dice el artículo 31 de la convención de derechos de los niños de UNICEF, "los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes". Por ello, es importante ofrecer a los pequeños alternativas que hagan que no sientan que están en clase durante sus vacaciones. El mejor ejemplo de esto es la lista de deberes de un profesor andaluz -el profe Manolo- que no tardó en hacerse viral. En la misma, ponía como deberes a sus alumnos de 3º de Primaria el "comer brochetas de fruta", "reírte hasta que te duelan las mejillas", "dar todos los días al menos tres abrazos", "Visitar una biblioteca", "cuidar una planta" o "pintar y decorar piedras". Así, hasta más de 40 tareas, y estos debían cumplir al menos la mitad de ellas. Muchas son, sin que los pequeños apenas se den cuenta, una oportunidad maravillosa para continuar aprendiendo y reforzando los contenidos que han visto durante el curso. Por ejemplo, tareas como "ver una puesta de sol" o "ver amanecer" son el reclamo perfecto para repasar con los peques el movimiento de rotación de la tierra; "llamar o mandar un mensaje a los amigos", "escribir una historia o un cuento" o "escribir o mandar una postal", son deberes divertidos que ayudarán a los niños a ampliar su léxico, a repasar la escritura y la ortografía y a desarrollar habilidades comunicativas; y otros quehaceres como "hacer helados o polos caseros" les servirá para observar y valorar el cambio de estado de la materia. Y, en general, todo lo que sea elaborar recetas o ayudar en la cocina es la excusa perfecta para volver a repasar las medidas de peso y capacidad, y para inculcarles la importancia de una nutrición saludable.

De las tareas relacionadas con la naturaleza los niños también pueden aprender grandes lecciones, como la clasificación de animales y plantas, la observación de todos sus detalles, ver cómo crecen y se desarrollan, el contacto físico con el medio que les rodea, y aprender a amar, respetar y cuidar el medio ambiente. Tampoco hay que olvidarse de la importancia de fomentar actividades relacionadas con la creatividad y la imaginación, como "hacer un castillo de arena", "pintar y decorar piedras", "disfrazarse", "construir una cabaña", "hacer un collar"... los niños pasarán un buen rato mientras desarrollan su capacidad de inventiva e ingenio.

Tareas en familia

La lista del "Profe Manolo" es sólo un ejemplo. Muchos padres pueden crear la suya propia, disfrutando de un buen rato con sus hijos y logrando que estos aprendan y se diviertan. Por ejemplo, en casa, mayores y pequeños pueden leer juntos libros y cuentos, pueden jugar a los disfraces, algo que enseña a los pequeños a representar distintos roles; pueden montar una tienda en casa -con esto, el niño practicará para formar conjuntos, intercambiar cosas por "dinero", etc.-.

Los ratos en el coche también son un excelente momento para aprender. Por ejemplo, se le puede proponer a los pequeños que se fijen en el paisaje y en los carteles, descubriendo formas y colores; y también se puede jugar al "veo-veo", lo que les enseña a fijarse y nombrar lo que observa. Una vez en la playa, el aprendizaje puede continuar con actividades como llenar cubos de agua con distintos pesos, buscar conchas y jugar a intercambiarlas; hacer castillos de arena cerca de la orilla a los que llegue el agua. -explicando lo que pasa cuando se moja la arena y sube y baja la marea-, etc.

No hay excusas. Si se quiere que los niños repasen lo aprendido durante el curso, sin dejar de disfrutar y pasar un buen rato con la familia, las opciones son numerosas, variadas y más que divertidas. Por todo ello, se deben aprovecha estos meses de buen tiempo para que los niños se diviertan al aire libre y, sobre todo, que se muevan mucho. Los estudios demuestran que los juegos activos, como correr, montar en triciclo o nadar contribuyen a estimular su cerebro, al contrario de lo que hacen las actividades pasivas como jugar a videojuegos o estar conectado a Internet.