Desde hace algunas décadas, en algunos países europeos se viene utilizando la milenaria técnica de los mandalas en ambientes educativos y de rehabilitación.

La palabra mandala, de origen sánscrito, lengua clásica de la India, significa círculo perfecto. Los mandalas son representaciones simbólicas espirituales y rituales utilizadas en el budismo y el hinduismo. Un mandala está constituido por un conjunto de figuras y formas geométricas concéntricas que representa las características más importantes del universo y de sus contenidos. Su principal objetivo es fomentar la concentración de la energía en un solo punto durante la meditación. Tanto a los adultos como a los niños, colorear estas figuras reporta innumerables beneficios, como el fomento de la atención y la concentración, así como el control y la reducción del estrés o la ansiedad. En el caso de la población infantil, pintar mandalas supone un excelente ejercicio de estimulación cognitiva, lo que los convierte en un elemento muy importante a tener en cuenta no sólo en las aulas, sino también en casa. Entre sus beneficios están, además de los ya citados, el favorecer el desarrollo de la psicomotricidad fina de manos y dedos, así como la imaginación y la creatividad; promover el bienestar interior del niño, al centrarse en una actividad placentera como es el hecho de pintar; ayudar a desarrollar la paciencia, el tesón, la perseverancia y la constancia; permitir que se trabajen conceptos geométricos como círculos, triángulos, cuadrados y estrellas; posibilitar que se introduzca nuevo vocabulario, de colores, formas, tamaños o emociones; propiciar el aumento de la autoestima, al permitir que el niño cree algo propio y único, y estimular su sentido estético.