Si la discreción fue una de las cualidades por las que Javier Fernández fue investido como presidente de la gestora del PSOE, la de ayer fue la jornada en la que menos pudo lucir esta virtud ya que se convirtió en el centro de las miradas de los asistentes a los actos de la Fiesta Nacional celebrada en Madrid. En anteriores ediciones, la figura del presidente asturiano apenas había despertado la atención de los presentes, pero este año sucedió todo lo contrario.

Aunque Fernández ya figura en la Wikipedia como Líder de la Oposición -a pesar de que este cargo no sea oficial en la legislación española- obvió a la gran enciclopedia de Internet y compareció en el doble acto del día -desfile militar y recepción en el Palacio Real- como presidente del Principado de Asturias, adecuándose estrictamente a ese protocolo hasta a la hora de elegir corbata, azul, como la bandera del Principado.

El mismo protocolo le situó en la grada entre la andaluza Susana Díaz y Pedro Antonio Sánchez, no el anterior líder socialista, sino el presidente popular de la Región de Murcia, con quien compartió paraguas para protegerse de la primera jornada verdaderamente otoñal de Madrid. Entre los tres, el cántabro Miguel Ángel Revilla, siempre atento a todas las conversaciones.

Al filo de las 11, llegaron los Reyes a la tribuna y saludaron a las autoridades presentes. Fue entonces cuando se produjo el ansiado saludo entre Fernández y Mariano Rajoy: discreto y protocolario, como era de esperar.

Tras la conclusión de la parada militar, la agenda les trasladó al Palacio Real donde los Reyes saludaron a los casi 1.400 invitados que les aguardaban en un espacio anexo al Salón del Trono. Durante media hora, lo más granado de la clase política, empresarial, cultural y económica que fue invitada y quiso asistir al acto tuvo ocasión de departir y saludarse.

En el besamanos posterior, Fernández actuó una vez más como presidente asturiano, esto es, ocupando su lugar en la cola de presidentes autonómicos que aguardaban a saludar los monarcas. Tras casi una hora de salutaciones, los invitados pasaron al que ya debería denominarse "Salón de los Corrillos" donde los periodistas presentes suspiraban por el encuentro entre Rajoy y Fernández y sus comentarios posteriores en conversación informal con la prensa. Y éstos respondieron a la conocida locuacidad de los protagonistas: "No debo hablar. Lo mejor que puedo hacer es estar callado", dijo Rajoy, aunque reconoció que la interlocución con Javier Fernández es "más fácil" que cuando Pedro Sánchez lideraba el PSOE. "Tengo la sensación de que me entienden más fuera que dentro", afirmó el presidente de la gestora socialista, que se las tuvo que ver con la "pedrista" presidenta de Baleares, Francina Armengol, quien afirmó a la conclusión de la recepción: "Le he dicho al presidente de la Gestora que me parece mal que abra la puerta a la abstención sin que se haya debatido en el seno del partido".

Tras unos breves minutos en el salón donde se desarrolló la recepción, el presidente asturiano, poco amigo de las aglomeraciones en actos públicos, abandonó el Palacio. "Mi esperanza ahora es poder irme", comentó antes de dejar el edificio visiblemente cansado, según algunos testigos.