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El arte, frente a la banalización y el oportunismo

El poder de la obra comprometida de Marina Vargas, en la galería de Gema Llamazares

Las obras “La Piedad de Belgrado” y “Siete de bastos”

Estamos ante una exposición reflexiva que muestra, sin concesiones, el poder del arte comprometido. Marina Vargas profundiza en la necesidad y en el sentido del arte a través de diversas disciplinas (fotografía, escultura, dibujo, pintura y cerámica), visibilizando aspectos de la vida que seríamos incapaces de expresar con palabras; son códigos universales dormidos en nuestro interior. Más allá del impacto de las imágenes, encontramos estímulos que ahondan en patrones y arquetipos de un inconsciente colectivo que nos une. El arte es reflejo de aspectos importantes de la existencia, de la vida y de la muerte, que se muestran aquí potenciados mediante un lenguaje plástico sincrético, enriquecido con imágenes y símbolos religiosos de índole ancestral y mistérico que producen un efecto perturbador.

Dos obras vertebran esta exposición: “La Piedad invertida” y “La Piedad de Belgrado”, un tema trascendente para el cristianismo que se muestra bajo nuevas lecturas. La primera, fotografía de gran formato, recrea la “Piedad” del Vaticano de Miguel Ángel; en ella, es el hijo quien sostiene el cuerpo de la madre muerta en cuyos rasgos, expresivos y dolientes, advertimos las formas de la protagonista del “Éxtasis de Santa Teresa” de Bernini. Serena y monumental, de belleza quebrada, la obra transgrede conceptualmente su iconografía primigenia, planteando una revisión de los arquetipos heredados. El cuerpo femenino es protagonista, portador de energía y vida, pero también del enorme dolor provocado por la herida, la enfermedad y la muerte. “La Piedad de Belgrado” nace de una talla de madera del siglo XVI, rescatada de los estragos del tiempo, sobre la que ha intervenido con una masa rosácea de poliuretano como prolongación informe de su propio ser. Es frecuente que la artista se apoye en obras del pasado para cuestionarlas, en imágenes ideales que, a lo largo de los siglos, han sido referentes del canon y de la iconografía; tras limpiar la herida de su propio deterioro y añadir un material ajeno, aislante e invasivo, a la naturaleza cálida y orgánica de la madera, cuestiona su sentido primitivo, transgrede su armonía formal y conceptual revelando cómo es, en la misma sustancia y en su proceso de gestación, donde se hallan algunas de las claves del arte. Es en este punto donde se encuentra la serie “Analogías del alma”, corazones de cerámica y pintura esmaltada que sintetizan, a través de sus texturas, formas y colores, las múltiples lecturas que desencadenan, sin perder el sentido vivificador y místico del “Sagrado Corazón” que los ha inspirado.

“Las líneas del destino”

“Las líneas del destino”

Entre los trabajos sobre papel están las piezas de menor formato (“Pietá I”, “Pietá II”…). Concentradas en un recoveco de la sala, sugieren un íntimo camarín para ser veneradas en silencio; de una autenticidad reveladora, inquietantes y expresivas, poseen la frescura de un boceto y la huella de la experiencia. “Las líneas del destino” es un proyecto vital que tiene por objeto de estudio distintas tiradas del tarot que le han realizado durante estos años; en ellas funde su lenguaje plástico con la práctica de la adivinación y la astronomía, enlazando con otras artistas que también se sintieron atraídas por su magia, como Leonora Carrington, Remedios Varo o Niki de Saint Phalle. Estos dibujos negros conforman un friso existencial guiado por la lectura de las cartas que, interpretadas, amplifican sus significados, suscitando un enigmático magnetismo y, como afirma Óscar Alonso Molina, comisario de la muestra, manifiestan una especial sensibilidad hacia los procesos de sincretismo que, desde la religión o el arte, ponen en contacto distintas culturas, por distanciadas geográfica o históricamente que estén.

“Analogías del alma”

“Analogías del alma”

Desde una numerología concerniente al cambio de ciclo y la renovación, el “Siete de bastos” se apoya en la imagen del arcángel San Miguel de la escultora barroca Luisa Roldán (La Roldana). Arquetipo de guerrero protector y combativo, se defiende ante demonios acechantes que intentan ocupar nuestro espacio; el personaje celestial se ve respaldado por la contundencia de las frases de Simone de Beauvoir que caen desde un mundo superior como: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos”. “La Luna” representa el arquetipo femenino materno; ligado a la noche y los misterios del alma, está personalizada en la “Victoria de Samotracia”, uno de los iconos más poderosos de la antigüedad clásica. En la obra, más allá del deleite de su belleza, junto a la materia y la forma, habita un espíritu vivificador que el espectador siente como una reflexión, como una reivindicación o como una herida; actúa como un amuleto propiciatorio en el que hay animales protectores, referidos a la intuición y a la razón, y crípticos símbolos sobre Yemayá, deidad del mar y la fertilidad presente en la santería latinoamericana, enlazando con artistas que, como Ana Mendieta y Belkis Ayón, configuraron su universo plástico desde su propio sincretismo existencial.

“Pietá V”

“Pietá V”

Es necesario un arte profundo y comprometido que haga frente a las banalizaciones y oportunismos que nos acechan, Marina Vargas indaga en las entrañas, remueve nuestras sensibilidades, provoca desasosiego y placer, recordándonos las palabras de Teresa de Jesús: “Con un golpe fui herida, y aunque la herida es mortal y es un dolor sin igual, es muerte que causa vida”.

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