Para los psicólogos y psiquiatras son seres trastornados pero no enfermos porque no cumplen la premisa fundamental para serlo: sufrir. Y es que los psicópatas no sufren más allá de un dolor de muelas o la frustración de un objetivo no conseguido, pero desconocen el dolor por un hijo, por un amigo, por el desarraigo, por la muerte, por la incomprensión, por el otro... ese sufrimiento sería fruto de sus afectos y ellos no saben lo que es querer.

No hay terapia para ellos, no aprenden del castigo ni del premio, no tienen remordimientos, no son reciclables ni reintegrables de nuevo a la sociedad. La única solución es apartarse de ellos cuando se les detecta, cosa nada fácil porque la víctima suele estar mermada en su capacidad de defensa y además intenta explicar el comportamiento del otro incluso culpándose a sí misma.

La intervención de Manuel J. Moreno en el CMI de El Llano fue dura de escuchar pero, a la vez, consiguió conmover. Porque reconcilia con la naturaleza humana descubrir que, incluso ante tamaña demostración del mal, hay profesionales dispuestos a entender y ayudar a quienes han tenido la mala suerte de nacer sin alma.