María IGLESIAS

Un acuerdo firmado entre los responsables de Funeraria Gijonesa y el Arzobispado de Oviedo ha logrado que las familias que lo deseen reciban atención pastoral en los tanatorios. En este convenio se reinterpreta, ocho años después, la aplicación del decreto publicado en enero del año 2000 en el «Boletín Oficial del Arzobispado» sobre la pastoral de exequias, que prohibía la celebración de funerales en los tanatorios asturianos.

Con esta nueva interpretación, el edificio de Cabueñes podrá acoger una misa diaria y común para todos los difuntos de la jornada, así como atención pastoral y celebraciones de la palabra (en las que no hay eucaristía) para aquellas familias que deseen despedir al fallecido con un rito católico. Este acuerdo -que la próxima semana se firmará también con el tanatorio ovetense de Los Arenales- no implica en ningún momento la celebración de misas exequiales o funerales por cada difunto, los cuales siguen estando prohibidos en los tanatorios y reservados a las parroquias.

«Estamos todos muy contentos y satisfechos», manifiesta abiertamente el vicario general de la diócesis, Juan Antonio Menéndez, quien considera que este decreto «se adapta a la situación actual; se respetan los derechos de todos, de los feligreses y de los párrocos», dice. De todas formas, el vicario general insiste en que «la misa exequial debe seguir celebrándose en las parroquias y espero que esta medida no acabe con los funerales en los templos», sentencia. En cuanto al rito civil de honras fúnebres, que desde el decreto de 2000 venía ofreciendo el tanatorio, Menéndez considera que además de «no estar autorizado por la Iglesia», es «una amalgama de cosas». Por esta razón, el eclesiástico sostiene que la celebración de misas por los difuntos, así como la atención pastoral o las celebraciones de la palabra, «dignificarán el momento de despedida del difunto».

«Se trata de servir mejor a los cristianos católicos», dice Adolfo Mariño, párroco de San José y arcipreste de Gijón. Para el sacerdote, esta medida permite a los curas «estar disponibles para las familias que lo necesiten y que deseen rezar un responso». Además, Mariño considera que con el tiempo se eliminará el traslado de los cadáveres por la ciudad como medida sanitaria. «Aunque el fallecido permanezca en el tanatorio, lo ideal es que la misa exequial siga celebrándose en la parroquia». El decreto del año 2000 solamente contempla la excepción de celebrar funerales en los tanatorios para aquellas personas que no tengan ninguna relación con las parroquias gijonesas, como transeúntes o turistas. Estas misas exequiales se realizarán con previa autorización del vicario general.

Respecto al hecho de que los funerales se mantengan en las parroquias, el arcipreste Mariño precisó que las celebraciones que ahora se recuperan en el tanatorio no implican que las familias prescindan de las exequias en su templo. «Lo que realmente proponemos, y por lo que me alegro, es que la Iglesia se hará más presente en los tanatorios». En 2007, más de 850 fieles pidieron la presencia de un sacerdote en el tanatorio gijonés.

Juan Hevia, párroco de la iglesia del Buen Pastor, alega que es una medida «acertada» para «aquellos que no se consideran de una parroquia concreta o para los que no son habitualmente practicantes», puesto que el lugar de celebración de los funerales continúa estando en las parroquias.

Para este sacerdote, el lugar propio de la celebración de los sacramentos debe ser la comunidad en la que uno reside o vive su fe católica. «En mi caso concreto, celebro pocos funerales, aunque me temo que esta medida provoque que cada vez sean menos los que acudan a la parroquia».

A partir de ahora, el tanatorio gijonés de Cabueñes, que llegó a superar los 700 funerales civiles al año, contará con la presencia del párroco de Monteana y Poago, Maximino Canal.