J. JUNQUERA /

J. M. CEINOS

«Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad». Así describió el astronauta estadounidense Neil Armstrong la llegada del hombre (de él) a la Luna. En la madrugada de mañana, lunes, se cumplirán 40 años. En el tránsito de la noche del domingo, 20 de julio de 1969, al lunes, día 21, la culminación de la aventura de la misión espacial «Apolo XI» fue seguida con extraordinaria atención en el mundo entero. Gijón no quedó al margen de la expectación mundial durante la misma velada en la que debutó en la ciudad, frente a la playa de San Lorenzo, Julio Iglesias, que con los años se convertiría en un astro de la canción.

«En Gijón también se ha vivido intensamente esta proeza norteamericana que se ha desarrollado en nombre de la humanidad entera», escribía Bastián Faro, corresponsal entonces de LA NUEVA ESPAÑA en Gijón, en el periódico del martes, 22 de julio. Bajo el titular «Expectación en Gijón durante toda la noche del domingo al lunes» y el sumario «En la terraza de la calle Corrida persistió la animación durante la madrugada», el periodista gijonés relataba: «También eran frecuentes en esa noche del domingo al lunes las llamadas a la emisora local (Radio Gijón) y a la redacción de "Hoja de Lunes", inquiriendo el momento exacto en que iba a efectuarse el paseo lunar. La noche tomó cierto aire de fiesta, en las calles y en los paseos».

De fiesta, pero no «lunar» precisamente, estaban aquella noche de hace cuarenta años los socios del Grupo de Cultura Covadonga, que aún no tenía la vitola de Real. Y lo hacían en la sala de fiestas Parque del Piles, en una verbena organizada por el club, que aún tenía sus instalaciones en la calle del Molino (hoy de Emilio Tuya) y ya pensaba en construir el Grupo 2000 en la zona de Las Mestas, impulsado, entre otros, por Jesús Revuelta.

Se anunciada en la prensa la verbena grupista, que era un clásico de los veranos gijoneses, con la «presentación en Gijón del cantante del año», o sea, Julio Iglesias. La entrada era para «mayores de 18 años» y se advertía al público: «Regirán los precios habituales de la sala».

El Grupo Covadonga adquirió fama local no sólo por los éxitos de sus deportistas sino por el de sus verbenas veraniegas. Durante toda la década de los sesenta, primero en los propios locales de la calle del Molino, luego en el Parque del Piles (el antiguo Madrigal), propiedad de dos significados grupistas, Emilio y Mario Garciablanco, y posteriormente en el Acapulco.

Por allí pasaron los cantantes españoles más destacados de la época: Bruno Lomas, «Los Pekenikes», Alberto Cortez, «Dúo Dinámico», «Los Surf», Joan Manuel Serrat, Lola Flores, Manolo Escobar, Raphael e incluso la diminuta italiana Rita Pavone, que se encargaban de amenizar los fines de semana de los meses de junio, julio y agosto.

Junto con el Grupo, el Centro Asturiano de La Habana y el Casino Unión rivalizaban en la organización de verbenas. La mayor parte de ellas giraba en torno a un tema concreto y las grupistas tenían nombres como el baile blanco, el del vestido de papel, la chistera, la bruja, los corazones o el farolillo. Especialmente famosa era la de la bruja, en la que en un momento determinado hacían descender la figura de una bruja, o la de los corazones, en la que los hombres llevaban colgado de la solapa un corazón esperando que alguna de las mujeres se lo «robara». No había problemas con las letras de las canciones porque eran todas en español, ni muchas opciones en la bebida: compuestas hechas a granel y poco más; para compensar, los precios eran muy económicos.

Hace cuarenta años, en plena construcción de la gran factoría siderúrgica de Uninsa, Gijón experimentó un gran crecimiento de población, industrial y comercial. El reflejo de la prosperidad se reflejaba en las páginas que los diarios locales dedicaban a los anuncios de espectáculos.

Había mucho y bueno donde elegir. Si los grupistas traían a Julio Iglesias al Parque del Piles, para el escenario de El Jardín, en Somió, se anunciaba el mismo día a Santi y «Los Mustang», «Los Surcos» y «Argentino y su Conjunto» (Argentino Costales, ahora director de la Sonatina Gijonesa). Era la verbena de Torrecerredo, el club montañero.

En el Náutico también había «baile con la "Orquesta Royal"»; en el Parque Las Delicias se anunciaban «Los Tiger», Manuel Gracia y el conjunto «Montenegro», y Play-Boy, «la sala más psicodélica de España», ofrecía en la «calle de Canga Argüelles, 23, frente a la escalera 12» al conjunto «Luis XV» con «sus go-gos» y al «Foncas Group». Naturalmente, para mayores de 18 años.

También tenía por aquellos días su carpa instalada en Gijón, «junto al campo de fútbol de El Molinón», el Circo Atlas, con los «Hermanos Tonetti», y hasta se anunciaba en la prensa Casa Chingarra, el merendero ubicado frente a la iglesia de Ceares, para ofrecer una «gran espicha» a base de «cordero "arroxiau", empanadas y taquinos variados».

Se desconoce si su actuación en el Parque del Piles fue un «gran paso» en la carrera de Julio Iglesias hacia el estrellato mundial de la canción ligera. En 1968 había ganado el Festival de Benidorm con el tema «La vida sigue igual», y en 1970 el cantante representó a España en el Festival de Eurovisión, con «Gwendolyne». No ganó. En 1969, Julio Iglesias grabó su primer disco y realizó su primera gira.

Lo que se sabe es que un gijonés del barrio de La Arena, de nombre artístico Danny Daniel, compuso su primera canción hace cuatro décadas y que con el tiempo la relación entre el arenero y Julio Iglesias fructificó en grandes éxitos comerciales: Iglesias, que como Daniel había sido futbolista, grabó siete composiciones del gijonés, entre ellas la celebérrima «Por el amor de una mujer».