A. R.

«Forget Paris, have you tried...?». El diario económico «Financial Times» recomendaba este fin de semana a sus lectores, en la sección de viajes, que se olvidaran ya de París. Y no sólo de París. También de Venecia, de Bruselas, de Praga y de Barcelona. A cambio de desterrar de los nuevos planes de viaje algunas de las rutas más turísticas, previsibles y manidas del continente, el «Financial Times» sugería a sus miles de lectores del mundo probar otros destinos alternativos en Francia, Italia, Bélgica, República Checa y España. Y, para pasmo, Gijón ganó la partida nacional.

«Olvide Venecia... ¿ha probado Treviso?; olvide Praga... ¿ha probado Ceský Krumlov?; olvide Bruselas... ¿ha probado Amberes?; olvide París... ¿ha probado Marsella?». Y ahí, en la selección de nuevas mecas del turismo alternativo, asomó la villa de Jovellanos, suponemos que para disgusto de la Ciudad Condal. «Olvide Barcelona... ¿ha probado Gijón?», sugería el reportaje.

Por mucho que a la ciudad le caiga el regalo en el mes de septiembre, menos propio que los anteriores para el disfrute vacacional, la promoción del «Financial Times» seguro que habrá sido bien saboreado -por aquello de «Gijón, con sal»- por las autoridades municipales y los actores de la hostelería y el negocio hotelero. «¿Cuántos miles de personas han podido leer esta recomendación, un fin de semana, en toda Europa?», se preguntaba ayer uno de los gijoneses gratamente sorprendidos.

El artículo se apoya en la opinión de Annie Bennett, autora, entre otros textos, de guías turísticas sobre Madrid y Barcelona para «National Geographic». «La mayor ciudad de la región de Asturias, en el norte de España, es un lugar donde la gente verdaderamente vive bien», sostiene Bennett en su artículo, quien cita la variedad de museos de la ciudad (aunque, dice, sin ningún centro de arte muy destacable) como una de las posibilidades del viaje. Pero ella no quiere liar a los europeos con una pormenorizada lista de lugares para visitar y centros culturales por los que pasar. Para Bennett, Gijón es «un lugar para ir de compras, sentarse en las terrazas y probar las tapas asturianas». El centro de la ruta lo triangula entre los dos arenales (Poniente y San Lorenzo) y Cimadevilla. No se le pasa la advertencia de que «probando la sidra asturiana en uno de los bares de la plaza Mayor, el turista se introducirá en la tranquila rutina gijonesa».

Ya metida en arena, las sugerencias de Bennett sobre Gijón van desde dos lugares concretos donde quedarse (el hotel Hernán Cortés, la «gran dama de los hoteles de Gijón», la llama; o la Quinta Duro, para una opción más reposada), a las posibilidades de qué hacer en la ciudad: dar un paseo por el Muro, explorar los callejones de Cimadevilla, dar una vuelta por el Puerto Deportivo, incluso con una sesión de spa en Talasoponiente, para acabar de tiendas por la calle Corrida. Sugiere un viaje en taxi hasta la Laboral y, de paso, visitar el Centro de Arte y el Jardín Botánico. Entre las sugerencias gastronómicas que se han leído en Europa cita la cocina de diseño del Avant Garde, o la más contemporánea de la Ciudadela. Y de menú sugiere croquetas de oricios, venado con queso de cabra, filetes de ternera con queso d'afuega'pitu, róbalo con vieiras y crema de nécoras. Y como lugar para beber, el Garamont, en la calle Covadonga.

Aunque las citas no sean muchas, el regalo es que ni caído del cielo.