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LUIS ALBERTO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ

«Me doy un veinte en sentido del humor; sé reírme de mí y tomar la vida con alegría»

«Mi obsesión es conseguir que quienes entran en un museo de la ciudad salgan con la sensación de haber disfrutado al valorar las obras vistas»

«Me doy un veinte en sentido del humor; sé reírme de mí y tomar la vida con alegría»

LUIS ALBERTO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ

Educador de museos

En estos tiempos de tanta turbiedad y pesimismo social, encontrar una actitud entusiasta y positiva como la que se desprende de la personalidad de Luis Alberto Fernández ofrece una dosis de esperanza. «Mientras haya -decía Salinas-/ quien entienda la hoja seca,/ falsa elegía, preludio/ distante a la primavera».

-Por favor, defínase.

-Nací (1972) circunstancialmente en Madrid, pero a los catorce días ya estaba en Gijón para siempre; por tanto, soy absolutamente asturiano. Ante todo amo la vida y, merced a mi familia, he aprendido a disfrutar de todas las cosas bellas que me rodean.

-¿Qué es un educador de museos?

-Alguien capaz de transmitir a la gente de un modo limpio y claro, a través de su profesión -estoy licenciado en Historia del Arte- todo lo que significa y contiene una muestra artística. Esto se realiza mediante varias actividades: talleres didácticos, visitas especializadas, charlas... Llevo once años en esto y mi obsesión es conseguir que aquellas personas que entren en un museo de la ciudad salgan con la sensación de haber disfrutado al valorar correctamente las obras que han visto.

-¿Dónde vive?

-En la calle Cienfuegos, muy cerca del Colegio de la Inmaculada donde me eduqué. Mis 12 años con los jesuitas han sido muy positivos, soy creyente y admiro a la Compañía; uno de mis tíos, jesuita, es misionero en Brasil; sé que su labor es impresionante.

-¿Qué le hubiera gustado ser en la vida?

-Diseñador de moda, pero en mi época esto no se aceptaba bien; te llevaban a la Universidad, sí o sí. Mi padre, por su profesión de banquero, me empujaba hacia Económicas, pero... De mi carrera conservo devoción por Covadonga Álvarez Quintana, una profesora que me marcó: enseñaba el Arte como nadie.

-¿Le fue fácil encontrar trabajo fuera de la docencia?

-Sí, me contrataron en el Museo Jovellanos, luego pasé al Museo Arqueológico y posteriormente al Museo del Pueblo de Asturias, donde permanezco. Aquí tuve la suerte de tropezar con otra persona maravillosa, Alfonso Fernández, director del Museo de la Gaita, un hombre valiente e innovador. Ambos elaboramos una serie de proyectos encaminados a conseguir que el Museo del Pueblo de Asturias sea un referente cultural dentro de la programación educativa.

-¿Qué recuerdos de su infancia lo hacen más feliz?

-Los veranos en San Juan de la Arena... Parte de la adolescencia en Pravia, el primer pitillo, el primer trasnoche... Al ser buen estudiante todo fue positivo.

-¿Tiene alguna frustración?

-No, siempre trabajé en lo que quise, rodeado de gente estupenda. Incluso rechacé ofertas buenísimas por seguir en Gijón y en sus museos.

-¿De qué se siente orgulloso?

-De mi familia, y de la gente que me quiere; ellos son los pilares de mi vida.

-¿Su sueño dorado?

-Un imposible: que mis padres se quedaran conmigo toda la vida. Y encontrar a esa media naranja que tanto se me resiste.

-Sus pasiones, ¿qué camino llevan?

-Varios. Me encanta el cine en blanco y negro, en concreto el de los años cincuenta con aquellas mujeres: Rita Hayworth, Audrey Hepburn, Grace Kelly, Ava Gardner... Eran auténticas estrellas que emanaban belleza de todo su ser; el cine no ha vuelto a tener figuras así. También me gustan la fotografía, la música, el sol...

-¿Y sus vicios?

-Hace cinco años que dejé de fumar y bebo poco. En realidad, en cuanto a vicios, soy muy aburrido.

-¿Qué no puede soportar?

-La mala educación y la falta de respeto hacia las personas mayores. La violencia, el machismo que perdura en esta sociedad. Y la ausencia de actitud para lo que sea. También me molestan los que se quejan de todo; considero de mal gusto ir por ahí contando penas.

-Por el contrario, ¿qué perdona fácilmente?

-Todo, pero aún más lo que me hacen a mí, antes que a los míos.

-¿Qué cambiaría de su aspecto físico?

-Muchas cosas, pero sobre todo lamento el pelo que perdí. Menos mal que parece que los calvos estamos de moda.

-¿Cómo definiría la elegancia?

-Como un estilo de vida, algo interno que trasciende sin que la persona pueda manejarlo.

-¿Y la vulgaridad?

-Aparentar lo que no eres, hacer daño gratuitamente, seguir la moda al pie de la letra sin ningún criterio estético sobre ti mismo...

-Dígame tres prendas imprescindibles en su armario.

-Un blazer Burberrys que tiene más de treinta años, precioso; era de mi padre. Unos buenos vaqueros y una camisa blanca.

-¿Qué posee que sea para usted más querido?

-Los discos que conservo de mi abuelo, Juanín de Mieres, padre de mi madre. Hice la tesina sobre él y logré acumular cosas muy interesantes referentes a su carrera. Curiosamente, mi otro abuelo por parte de padre fue violinista, y una de mis tías formó parte de la OSPA, también con el violín. En mi casa siempre viví un gran ambiente cultural, incluso mi padre escribía poesía.

-¿A quién admira?

-A los profesionales serios y honestos. A los que dan todo por los demás o luchan por hacerles la vida mejor.

-¿Cómo cumple con su conciencia ecológica? ¿Y con su ideología política?

-Mentalizo a mis alumnos sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. De otro modo, Francisco Álvarez-Cascos es un líder que hará mucho daño a todos aquellos que le cerraron el paso. Y valoro extraordinariamente a Paz Fernández Felgueroso; es una pena que abandone la Alcaldía.

-Sobre diez, ¿su nota en sentido del humor? ¿Y en sentido del honor?

-Un veinte. Sé reírme de mí mismo y tomar la vida con alegría. Con una sonrisa se obtiene mucho más que con cara de palo. El honor es fundamental, nunca se pasará de moda; significa lealtad a los valores humanos.

-Es usted amigo de Lorenzo Caprile...

-Sí, su conferencia en el Pueblo de Asturias fue un gran éxito. Quisiera dar las gracias a todas las personas que profesionalmente han confiado en mí, e invito a los gijoneses a que visiten el Museo del Pueblo de Asturias los domingos, a las 11.30 horas de la mañana. Allí estaré yo, dispuesto a acompañarlos en un viaje por la historia y la cultura de Asturias.

«Hace cinco años que dejé de fumar y bebo poco; en cuanto a vicios, en realidad, soy muy aburrido»

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