A. RUBIERA

El colegio Andolina, la nueva cooperativa escolar creada en Gijón para poner en marcha un centro de Infantil y Primaria inspirado en modelos de pedagogía activa -con más semejanzas con el sistema educativo de los países nórdicos que el tradicional desarrollado en español- es un hecho. El colegio tiene sede, en un edificio próximo al Jardín Botánico; suficientes alumnos de Infantil y Primaria como para no renunciar a la aventura; y un equipo docente como hecho de encargo. Belén Beltrán y Luis Delgado ponen rostro a ese equipo de maestros y educadores que el próximo curso liderarán una iniciativa a la que ellos aportan experiencias educativas diversas, pero con el nexo común de sus grandes inquietudes en torno a la pedagogía activa. «Es muy ilusionante», sostienen.

Pero ni Belén Beltrán ni Luis Delgado serán profesores de Andolina. Ellos, y el resto de adultos que pasen por las aulas, serán «acompañantes». «Nos gusta mucho más esa definición porque identifica mejor lo que hacemos. Nosotros no dirigimos a los niños con conocimientos y clases organizadas. Nosotros les facilitamos la búsqueda, que es algo innato de los niños», exponen.

El punto de partida de su trabajo, el mismo que animó a una treintena de familias a hacerse cooperativistas escolares, queda definido a la perfección cuando explican que «confiamos en un modelo educativo que no quiere justificarse negando y criticando a otras formas que existen, porque esa no es nuestra función. Sabemos que en otras escuelas se enseña y los niños aprenden, pero nosotros cuestionamos cómo se llega. Nuestra finalidad no es llenarles de conocimientos determinados que nosotros consideramos importantes, sino apoyar a los niños en su desarrollo para que experimenten y aprendan por sí mismos».

Si una expresión se repite casi constantemente entre las familias y entre los educadores es la de la «pedagogía activa». Que no es más que «darle al niño todo el protagonismo de su propio aprendizaje. Él será quien vaya elaborando su proceso, cómo lo quiere aprender y cuándo, y nosotros estamos ahí para hacer el apoyo emocional y facilitar esa búsqueda con materiales que puedan ser estimulantes para ellos. Nuestra confianza es plena en el niño, pero creemos que hay que respetar mucho su proceso madurativo y el ritmo de cada uno», cuentan.

Entre los principios básicos del proyecto, los educadores hablan de la necesidad de proporcionar un ambiente tranquilo y seguro; darles confianza plena en sus capacidades; respetar el proceso madurativo; cubrir sus necesidades tanto físicas como emocionales, y partir de las necesidades e inquietudes del menor para que él decida cuándo y cómo quiere aprender.

En el colegio Andolina la edad no es ninguna frontera, por eso mismo sólo saben que el próximo curso admitirán en sus aulas a alumnos nacidos entre el año 2002 y el 2008. La distribución será por etapas, no por cursos, y la forma de estructurar el tiempo y la organización escolar nunca será una barrera.