Alberto Suárez (Gijón, 19 de noviembre de 1963) conoce el balonmano asturiano como nadie, desde la base hasta la élite, desde los banquillos hasta los despachos. Su último éxito es el ascenso a la División de Honor Plata con el Medicentro Gijón, un club que hace dos años no existía y que en ese tiempo ha logrado cosas muy importantes. Más incluso que el propio ascenso como, por ejemplo, la unión de toda la cantera gijonesa. Su implicación en este proyecto fue determinante, pues los clubes gijoneses saben perfectamente su trayectoria, dedicación y amor por este deporte y, por ello, se fueron uniendo al mismo hasta convertirlo en la realidad que hoy es.

Para Alberto un ascenso no es algo nuevo -lleva tres a Asobal con el Naranco, el Alcobendas y el Logroño-, pero él mismo reconoció que ninguno le ha hecho tanta ilusión (incluso lloró en la cancha) como el logrado el pasado fin de semana con un equipo de su ciudad y con una hornada de jugadores jóvenes que está llamada a dar muchas más alegrías.

Alberto fue jugador. Un pivote zurdo, pero malo, según sus propias palabras. Así que desde joven se decantó por los banquillos. Los primeros estuvieron en el Colegio Noega y en el Grupo Astur del barrio de Contrueces, un barrio bastante conflictivo por aquellos años de finales de los 80. El balonmano era la salida para muchos jóvenes. Entre los primeros en despuntar, un chaval llamado también Alberto, que con el tiempo se convirtió en el mejor jugador asturiano de todos los tiempos. ¿Su apellido? Entrerríos. El Alberto entrenador tiró mucho del Alberto jugador, lo tuteló y lo hizo crecer, y ambos formaron parte de la plantilla del Naranco Oviedo que ascendió a Asobal. Allí ambos se codearon por primera vez con la élite del balonmano español.

Pero Suárez seguía trabajando la cantera, y como seleccionador asturiano logró el título nacional en la categoría juvenil en dos ocasiones, los años 1998 y 2001. Con él en el banquillo, el Deportivo Gijón logró el Campeonato de España junior en el año 2001, último título logrado por un club asturiano. Antes, y como responsable del Naranco, logró otros dos títulos en esa categoría, en los años 1996 y 97. Curiosamente, en aquella plantilla del Deportivo Gijón destacaba otro Entrerríos, Raúl, hoy, como su hermano, campeón del mundo, bronce olímpico y campeón de Liga. También estaban Cartón y Ancizu, que llevan una dilatada trayectoria en la Liga Asobal. Aquella generación de jugadores tuvo que emigrar porque el club desapareció pocas semanas después de lograr el campeonato. Fue un golpe muy duro para todos, incluido su entrenador. La mayoría tuvo que buscarse su futuro fuera de Asturias y Alberto lo encontró en el Alcobendas, club al que ascendió a Asobal y con el que debutó como primer entrenador en la máxima categoría.

De Madrid se marcha a Logroño para formar parte de un proyecto ilusionante, ya que se trataba de llevar a la élite a un equipo en formación. Alberto cogió al equipo en Primera, como al Medicentro, y lo llevó a Asobal en tres temporadas. Tanto en Madrid como en Logroño las experiencias en la División de Honor no fueron lo esperado por los directivos, que, ajenos a la realidad creciente del balonmano español, no fueron capaces de ver que era imposible competir con los presupuestos que manejaban. Tras seis años fuera de Asturias, Alberto Suárez vuelve a casa como director técnico de la Federación Asturiana de Balonmano, para la que Manuel de la Cámara había sido elegido presidente. Su trabajo en la élite y también en la cantera -en Logroño se volcó en fomentar el balonmano en los colegios e incluso creó un centro de tecnificación para entrenar con los mejores jugadores de La Rioja- no pasó desapercibido para los responsables de la Federación Española, que 2007 le confiaron la selección promesas (cadete) y dos años después la juvenil, en la que actualmente sigue. Con ésta ganó la Copa Latina y el Campeonato del Mediterráneo y se proclamó subcampeón de Europa. Este verano jugará el Mundial y entre sus jugadores habrá dos asturianos: Álex Costoya, al que tiene en la plantilla del Medicentro, y Alejandro González, del Villa de Luanco. Las dos últimas perlas de la cantera regional.

En lo personal se siente «muy asturiano» y trata de transmitir ese mismo sentimiento a todos sus jugadores. Hoy es un hombre satisfecho por el deber cumplido junto con sus jugadores. Los siguientes pasos ya no están en sus manos, pero confía en un apoyo generalizado al proyecto del Medicentro Gijón, «porque otro golpe como el que supuso la desaparición del Deportivo Gijón será muy duro para el balonmano asturiano», afirma Alberto desde que se logró el ascenso.