Aunque conocía su delicada salud, recibí con sorpresa la noticia de la muerte Agustín Antuña, mi predecesor en la presidencia del Foro Jovellanos. Fue un honor para mí haber formado parte de la junta rectora durante los cuatro años de su legislatura. Fueron años durante los cuales se pusieron los cimientos jurídicos y se diseñaron las rutas por donde se habrían de encauzar las actividades de lo que hasta entonces había sido una «asociación» y se convertía en una «fundación». Esta transformación fue un gran logro de Agustín, pues permitía desgravaciones fiscales que favorecían el mecenazgo; de esta manera los «miembros» del Foro Jovellanos se convirtieron en «patronos». A partir de entonces, la Fundación Foro Jovellanos se consolida en Gijón como una notable entidad cultural.

Durante la legislatura de Agustín la Fundación salió por primera vez de Asturias tras las huellas de Jovellanos, en este caso a Villafranca del Bierzo; recuerdo la favorable acogida que nos dispensaron las gentes de aquella localidad donde tuve el honor de oficiar como «mantenedor» en la tradicional fiesta que Villafranca dedica a la creación poética. Un día inolvidable. También aprovechamos la ocasión para visitar el monasterio de Carracedo, donde Jovellanos se había detenido en uno de sus viajes por tierras leonesas.

Durante el mandato de Agustín Sus Majestades los Reyes de España visitaron nuestra sede social, el Museo Casa-Natal de Jovellanos, coincidiendo con la magna exposición jovellanista, patrocinada por las autoridades políticas del momento, para celebrar el bicentenario del nombramiento de Jovellanos como ministro de Gracia y Justicia.

Durante la presidencia de Agustín varios miembros de la Fundación fuimos recibidos por Su Alteza el Príncipe de Asturias en una de las audiencias que Su Alteza tiene en Oviedo con motivo de la entrega de los premios de la Fundación Príncipe de Asturias.

La vertiente política de Agustín propició, asimismo, conferencias de renombrados políticos, como Francisco Álvarez-Cascos o Fernando Morán, directores de periódicos como Juan Luis Cebrián o escritores como Ana María Matute. Agustín gustaba de escribir con frecuencia en la prensa diaria artículos de circunstancias y, en ocasiones, sobre Jovellanos en aquellas fechas del calendario jovellanista.

Personalmente siempre le agradecí la confianza que, durante su presidencia, depositó en mí como profesor universitario y en la programación y desarrollo de las actividades de nuestra Fundación. Por ello, desde estas páginas quiero rendirle mi homenaje personal e institucional; es un orgullo para mí haber recibido, hace ahora diez años, el testigo de su talante jovellanista como presidente de la Fundación Foro Jovellanos. Mis sentidas condolencias para su viuda, Aurora, para sus hijos y para toda su familia.