M. C.

El urbanista Ramón Fernández Rañada sumaba su voz, hace sólo unos días en estas mismas páginas, a la de los asturianos que cuestionan la utilidad de la ampliación de El Musel y puso en duda la viabilidad en Asturias de la producción de Arcelor, principal cliente del puerto, en especial por sus descargas de graneles sólidos. Una dudas que, en un mal momento económico y laboral como el que vive la ciudad, con unos índices de paro como no se registraban, sirven de caldo de cultivo para el debate. Pero esas dudas sobre la utilidad de la ampliación no son nuevas. Ya hace diez años las había formulado, entre otros, el ex presidente del Principado, Pedro de Silva, quien entonces presentó alegaciones contra el proyecto del gran Musel.

La primera de ellas ponía en cuestión el interés para la economía regional y la propia utilidad desde el punto de vista meramente portuario de la ampliación, con cualquiera de las alternativas que se barajaban para la obra. Las otras dos cuestionaban la elección del proyecto de mayor impacto ambiental, la alternativa denominada «3C», por el Gobierno autonómico de Vicente Álvarez Areces. Aquella alternativa, que recibió 1.411 alegaciones, fue descartada tras la intervención del entonces Ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, quien planteó que la ampliación se ejecutara en sus dimensiones actuales, con un dique de abrigo más corto que el otro previsto. Ni uno (Areces) ni otro (Cascos) asumieron las razones de Pedro de Silva contra la construcción de un nuevo puerto exterior que prácticamente duplicó el tamaño del existente. Fue una alegación que cayó en saco roto. Sus alegaciones fueron publicadas íntegramente por LA NUEVA ESPAÑA en su edición de Gijón del 18 de mayo de 2002.

Pedro de Silva consideraba entonces de «discutible interés» para Asturias la construcción de un nuevo puerto exterior, una obra que se justificaba en la supuesta imposibilidad de El Musel para atender la creciente descarga de graneles por entonces en la terminal EBHISA.

En primer lugar, el ex presidente del Principado consideraba falso ese argumento, dado que por entonces ya estaba en marcha la ampliación del actual muelle de grandes sólidos en el dique Príncipe de Asturias, obra que permitió el atraque simultáneo de dos grandes buques graneleros, cuando antes EBHISA sólo podía atender simultáneamente un buque grande y otro mediano. La obra incrementó además la superficie de almacenamiento en el propio muelle. Esa obra iba a aumentar, como ocurrió, la capacidad de la terminal granelera. Pedro de Silva añadía en 2002: «La capacidad final dependerá, como es lógico, de las instalaciones de descarga y manipulación de las que finalmente se dote al muelle, cuya operatividad real ha venido siendo en los últimos años superior a 14 millones de toneladas. Según la memoria del puerto del año 2000, la instalación de un tercer pórtico (hoy ya realidad) incrementará esa capacidad en torno a un 50 por ciento. Por tanto, una vez quede completada la obra de ampliación en curso, e instalado como parece lógico un cuarto pórtico, hay que pensar que la capacidad duplicará la de los últimos años y andará próxima a 30 millones de toneladas». Esto es, Pedro de Silva abogaba por mejorar la eficiencia de la actual terminal de graneles sólidos con una cuarta grúa pórtico, cuyo coste por entonces rondaba los 9 millones de euros. Las previsiones del puerto para el nuevo muelle norte de la ampliación eran que algún día se instalase en el mismo una terminal de graneles sólidos con capacidad para manejar 25 millones de toneladas anuales.

Pedro de Silva también consideraba «expectativa remota» que El Musel fuera a incrementar a medio y largo plazo sus tráficos de graneles hasta el punto de desbordar las actuales instalaciones de EBHISA.

Por un lado, señalaba que Arcelor no tenía previsto incrementar «a medio ni a largo plazo» su producción de acero líquido en Veriña y que los nuevos proyectos de HC estaban orientados a la generación eléctrica con gas natural, siendo previsible el cierre a medio plazo de alguno de los grupos de la térmica de carbón de Aboño «por agotamiento de su vida técnica».

Añadía que la sustitución del carbón autóctono por importado sería lenta y limitada e «incluso en la hipótesis de que HC optara por un nuevo grupo térmico en Aboño alimentado con carbón de importación, el conjunto de sus requerimientos sería desde luego perfectamente absorbible» por la prolongación del muelle de EBHISA, que entonces se estaba ejecutando.

«Cabría concluir, por tanto, que no se divisa un horizonte, ni siquiera a muy largo plazo, en que, una vez completada la ampliación en curso, y dotada de nuevas instalaciones de descarga coherentes con la capacidad de atraque, el muelle de graneles del dique Príncipe de Asturias quedara saturado, ni mucho menos desbordado» por las necesidades de la industria pesada y energética asturiana. Actualmente EBHISA tiene sus muelles repletos e incluso está usando una parte de la ampliación para almacenar carbón, algo que no se debe al aumento de tráficos, sino a que las térmicas han adelantado la descarga de más de un millón de toneladas para ahorrarse un impuesto a la importación de carbón térmico, que entra en vigor en 2013, y ante el previsible incremento del precio del mineral el próximo año.

La ampliación también se justificó para posibilitar el atraque de barcos de mayor calado, con la pretensión de competir en el transbordo de graneles con el puerto de Rotterdam (uno de los mayores nudos logísticos del mundo), ante lo que Pedro de Silva respondía: «Con respecto a los transbordos de graneles, o al abastecimiento futuro a las térmicas de la Meseta, hay que decir que la captación de esos tráficos es una mera posibilidad, una expectativa más o menos remota. Pero, supuesta esa expectativa, lo que debería evaluar la Autoridad Portuaria es el impacto económico que para la economía regional representarían esas funciones portuarias. A la espera de esa información, no resulta difícil estimarlas como muy limitadas. Descargar mineral de barcos muy grandes en otros de menor tamaño, o montar convoyes ferroviarios de carbón hacia la Meseta son actividades sin duda lucrativas y, desde luego, legítimas, pero no parecen relevantes para resolver los estrangulamientos estructurales de nuestra economía, ni para contribuir a diversificarla, ni para prestar servicio al conjunto de las empresas de la región y su entorno, ni, desde luego, para generar un aumento significativo de empleo».

Las alegaciones de Pedro de Silva partían de la consideración de que El Musel es uno de los motores de la región, que merecen todo el esfuerzo necesario para asegurar la competitividad, pero también partían «de la idea de que el progreso de Asturias pasa por romper con la inercia de su viejo modelo económico, siendo preciso configurar una oferta portuaria que, además de dar respuesta a las necesidades de la estructura económica actual, favorezca cambios estructurales que todos señalan como necesarios».

Esa visión del papel que El Musel debe desempeñar en el desarrollo de Asturias es lo que llevó a De Silva a defender otra de las ampliaciones de terreno portuario que por entonces se efectuaban y que a su juicio también contribuían a hacer innecesaria la construcción del puerto exterior: La ampliación de los muelles de la Osa, que es la parte «más prometedora del proyecto actualmente en curso, pues se configura como un complejo de muelles en que, potenciando la operatividad actual, se desarrollarán los tráficos de contenedores, remolques en buques roll-on roll-off, ferries y cruceros, y con una capacidad suficiente a muy largo plazo. El desarrollo de este complejo de muelles debería constituir la prioridad de la Autoridad Portuaria, pues esas formas de tráfico son las adecuadas para servir a una estructura económica diversificada como la que se dice querer para Asturias».

Actualmente son estos muelles los que acogen la autopista del mar con Nantes y la terminal de contenedores, que han propiciado un importante incremento de la mercancía general en El Musel y del servicio a las empresas asturianas para sus exportaciones e importaciones.

Pedro de Silva también cuestionaba que la ampliación portuaria fuese necesaria para instalar una planta regasificadora, que podría haberse hecho en Aboño. La prolongación del dique Príncipe de Asturias también permitió ubicar una nueva terminal para gases licuados de petróleo en su contradique y «por lo demás, hay todavía otros muelles actualmente marginales o vacíos susceptibles de acoger otros tráficos menores. Basta una simple mirada desde la Campa Torres a la situación del puerto para tomar clara conciencia de ello», apuntaba.

«No se divisa un horizonte, ni siquiera a muy largo plazo, en el que el muelle de graneles del dique Príncipe de Asturias quedara saturado ni, mucho menos, desbordado»

<Pedro de Silva >

Ex presidente del Principado