Andrés A. F. F., el ayudante de cocina de 55 años acusado de envenenar a 14 de sus compañeros de trabajo en la sidrería El Lavaderu de Cimadevilla, era una persona muy conocida en Candás, donde vivió durante casi dos décadas acompañado de su pareja sentimental y de un conocido y en donde regentó una cafetería durante 23 años. El bar, situado en pleno centro de la localidad, «funcionaba muy bien cuando él lo llevaba», aseguraron ayer hosteleros que tuvieron trato en aquella época con Andrés A. F. F., un langreano al que definieron como una persona «amable aunque con frecuentes depresiones». El local regentado por el detenido y desde la pasada semana ingresado en Villabona era propiedad de la familia de Julio Alberto, ex jugador internacional del Fútbol Club Barcelona.

Poco después de dejar la cafetería de Candás, Andrés A. F. F. se dirigió a Gijón, en donde comenzó a trabajar en una tienda de «todo a 100» que estaba ubicada a escasos metros de la sidrería El Lavaderu, en un local en el que actualmente se ubica una farmacia. Solitario y sin apenas familia, el acusado decidió meses más tarde dejar este trabajo y regresar a la hostelería, un empleo al que estaba muy habituado y en el que tenía gran experiencia. «Era un hombre trabajador que no daba en principio problemas», recordaban ayer quienes le conocían en Gijón.

Los clientes de la sidrería aseguran que el detenido solía hacer «mucha vida por el barrio» cuando finalizaba su jornada de trabajo y antes de dirigirse a su domicilio, una vivienda situada en el barrio de La Arena que llegó a compartir con la que fue su pareja sentimental, otra trabajadora de la sidrería El Lavaderu que no se vio afectada por la intoxicación.

La sensación ayer, tanto en Cimadevilla como en las calles de Candás, al conocer la noticia del encarcelamiento del acusado, era de estupor. «No puedo creer lo que pasó. Era un paisano encantador. No sé lo que le llevó a hacer esto», relataba ayer una vecina de la zona de Cimadevilla mientras curioseaba entre los periodistas congregados a media mañana a las puertas del conocido establecimiento, en la plaza Periodista Arturo Arias. En las sidrerías del Barrio Alto gijonés no se hablaba ayer de otro asunto que no fuera este sorprendente suceso.