C. JIMÉNEZ

Año y medio de búsquedas en archivos, hemerotecas y colecciones familiares le ha servido a Miguel Ángel Álvarez, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, para conocer los detalles de la obra de Enrique Segura Iglesias, uno de los mejores retratistas del siglo XX. Ahora prepara su tesis doctoral sobre un artista que realizó también una importante labor en el edificio de la Laboral. «A Gijón fue llamado directamente por el ministro José Antonio Girón de Velasco para decorar la parte pública del edificio y realizar cuatro retratos: el del propio Girón; de José María Fernández "el Ponticu"; de Carlos Pinilla y de Francisco Franco como promotores de la Universidad Laboral», explica Álvarez.

Un encuentro casual con la familia Segura Coronado le permitió recabar nueva documentación sobre la obra del artista y acceder a información de primera mano. «Tienen bocetos, cuadros, libros? La colección familiar es valiosísima. Y hay obra inédita», comenta. El arranque del trabajo de investigación, promovido por el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo y dirigido por la catedrática María Soledad Álvarez Martínez, fue la ausencia de estudios, hasta la fecha, sobre el artista, explica Miguel Ángel, un apasionado del mundo del arte. Y fue su vinculación con Asturias, a través del emblemático edificio diseñado por Luis Moya en Cabueñes, lo que lo animó a realizar una análisis a fondo de la obra del sevillano Enrique Segura.

Cuenta este joven licenciado en Historia del Arte que el encargo de la Laboral llevó al artista a trasladar su residencia en primavera, verano y otoño a Asturias, mientras que en los inviernos regresaba a Madrid. «Asturias lo cautivó con sus paisajes y humanidad», relata uno de sus hijos, Javier Segura Coronado. La familia se construyó una casa en Buelna, en el concejo de Llanes, «donde encontró tranquilidad, belleza paisajística y mil motivos de inspiración», continúa su vástago. Era tal su admiración por Asturias que desde la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que Enrique Segura era académico de número, apoyó activamente el proyecto de declarar Llanes conjunto artístico. «Y pese a todo nunca tuvo homenajes a nivel de estudio», apunta Miguel Ángel Álvarez.

El encargo que recibió para Gijón era muy claro: decorar los murales de lo que fue el salón de actos de la vieja Universidad Laboral (hoy teatro) y la sala de invitados (conocida como sala de pinturas). La esencia de la obra era transmitir la idea de la Fundación «José Antonio Girón», como promotora de la Universidad Laboral, de formar a niños y jóvenes que habían sufrido el dolor y el desamparo de las actividades mineras y marineras en Asturias, completando su educación física, moral y profesional hasta capacitarlos para poder desenvolverse en cualquier ámbito de la vida bajo el amparo de la Iglesia.

Si bien como retratista Segura comenzó a darse a conocer ya con unos cuarenta años, fue el trabajo de la Universidad Laboral, allá por 1954, el que lo consagró como artista. Su técnica: el fresco seco, idéntica a la que empleara casi quinientos años antes Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. La meticulosidad en cada proyecto que emprendía hacía habitual que fuera el propio Segura quien permaneciera subido al andamio, con la camisa desabrochada, preparando la combinación de colores; pintando sobre el estuco tierno los bocetos que había realizado en su estudio de Madrid, tras más de cincuenta modelos.

Durante la ejecución de la obra en la actual sala de pinturas de la Laboral le preguntaban tantas veces acerca de la concepción de la obra que Segura optó por escribir un folio y colgarlo de la pared para explicar a los visitantes el significado de los murales, con un impresionante desfile de torsos desnudos, atletas y luchadores, cuyas miradas compiten en una legión inacabable. Y si era necesario, como recuerda su hijo Javier, el pintor especificaba: «Aquí, estos tres marineros representan el trabajo en el mar; estos curtidos mineros son la minería; estos labradores y este hórreo son el campo; estos frailes y esta columnata son la Iglesia; estos muchachos con aire deportivo son la moderna juventud estudiantil y aquí, simbolizadas, la Ciencia, la Música, el Arte plástico y, en fin, todas las ramas humanas del saber». Se intentaba plasmar, en suma, en ese gran mural «el trabajo duro y peligroso que la región asturiana se caracterizaba en las actividades mineras y marineras» pero también «el desamparo de mucho hogares humildes» ante los imprevistos accidentes que se desarrollaban en estos campos. Girón pensaba en la Universidad Laboral como un gran orfanato y los murales de Enrique Segura debían plasmar ese sentido social de esta nueva obra.

La familia reconoce que con el trabajo del joven lugonino Miguel Ángel Álvarez han descubierto facetas del artista que tenían casi olvidadas e incluso que ha logrado recuperar datos de su biografía que resultan inéditos para sus descendientes. «A través de una nieta y un amigo suyo que vinieron a la Laboral logré contactar con los hijos, con quienes he tenido varias reuniones para empezar el estudio», indica. De forma periódica visita también los edificios de los ministerios en Madrid, donde también hay abundante obra de Segura. «En el de Sanidad hay seis retratos, fue el último que visité. En el Congreso de los Diputados hay otros dos y en el Ministerio de Trabajo, una docena. También hay en el Banco de España, en el Museo Reina Sofía, en el Museo del Ejército de Toledo?», relata sobre la prolífica obra del pintor.